Estimado señor director:
Acerca de la campaña de desprestigio en contra de Rafael Urzúa Macías
Me parece lamentable que algunos lectores, movidos por la desinformación, la tergiversación y la mala fe, hayan tomado este espacio como tribuna para atacar deshonestamente al rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Desde hace algunos días se han estado enviando anónimos con discursos “plagiados por el rector”. Si bien la información es verdadera, porque existen ambos textos (original y plagiado), también es cierto que el encargado y responsable de esos escritos no es el rector, sino su ex secretario particular. Es verdad: puesto que el rector firma, el rector debe responder por ellos, pero, ¿a quién engañamos, a quién hacemos tonto cuando lo acusamos a él, a sabiendas de que quien cometió la falta fue su ex secretario? Ahí yo veo, definitivamente, mala fe, por parte de sus anónimos atacantes.
Ayer se bajó un peldaño más en esta campaña de desprestigio en contra del rector: Mariano Flores Aguilera (que no sé si sea real o también sea un seudónimo), tomando como fuente de información “radio pasillo” armó toda una novela de intrigas en las cuales el rector funge como un villano que “inventa” irregularidades -comprobables, sin embargo- a sus enemigos políticos. ¿Es posible que un supuesto egresado de la carrera de Derecho, arme una acusación a partir de rumores, de intrigas palaciegas? Mariano Flores -por él mismo (lo que sería un acto de estupidez incomprensible) o fungiendo como títere de alguien más- da a conocer al principio de su carta, de manera implícita, la razón por la que va a atacar al rector: haberse metido con Enrique Guillermo Hernández Ayala. Es una venganza entonces o, repito, un lance estúpido, sin sentido. Luego de la acusación soportada en rumores, que debe desecharse por su falta de seriedad y de pruebas, vienen otras acusaciones ambiguas y burdas: ¿a qué se refiere ‘Mariano’ con “las auto delegaciones de poder que tiene el rector”; en dónde prueba que se “brinca a la Junta de Gobierno”?
Luego viene el plato fuerte, en donde, según esto, soporta la serie de rumores que escupe en su texto: la compra por parte de la UAA de una casa ubicada en el número 419 de la calle Álvaro Obregón. La compra es real, lo que es falso son los adjetivos que usa para referirse a ella: en ningún momento es una casa en ruinas. Yo tuve la fortuna de conocer dicha casa, cuando la habitaba el maestro Jorge Ávila Storer (hace un año o poco menos) y el inmueble estaba en perfectas condiciones. En realidad, más que una casa, es una residencia preciosa, muy amplia y muy bien cuidada. A menos que Mariano Flores viva en una mansión de dos cuadras, en el fraccionamiento Campestre o en la Herradura, y además tenga un pésimo ojo y gusto, no entiendo cómo ve sólo “adobes” en lo que es una residencia hecha y derecha (guardando las distancias ¿en Palenque habrá visto Mariano sólo piedras amontonadas?). Estoy seguro que cualquier valuador podrá comprobarlo: la casa vale los ocho millones.
De cualquier manera, la compra no es en ningún momento turbia, puesto que la casa no es para el rector, sino para la universidad. Concretamente, para los proyectos de las nuevas carreras que se tienen planeadas en el área de artes. La compra y construcción de inmuebles por parte de cualquier universidad, en aras de acrecentar su oferta académica, ofrecer mayores servicios, educación y cultura a la población (y además captar con ello mayores recursos), no es, en ningún momento, un gasto, un despilfarro ni, mucho menos, un acto de corrupción, sino que es una inversión a corto, mediano y largo plazo, no sólo para la universidad, sino para toda la región.
El colmo de la carta de Mariano Flores llega casi al final, cuando le pide al rector que renuncie por haber anunciado que va a realizar auditorías en donde se han detectado irregularidades. ¿Qué significa el mensaje de Mariano? ¿Es un ‘estate quieto’; un ‘ya no le muevas o te va peor’? Como dije al principio: me parece lamentable lo que se está haciendo en contra del rector, a raíz de que comenzó a hacer auditorías.
Adán Josué Brand Galindo