Carta a un colega maestro - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Cuando me dices que yo te dé algún consejo, me lleno de confusión: es difícil decirle una palabra pertinente a un colega maestro. Está tan difícil el trabajo educativo del maestro, en este momento, que cualquier comentario puede resultar una mera ocurrencia. Un sueño guajiro. La esperanza de que te diga una palabra adecuada sobre la educación, es una arriesgada empresa muy por encima de cualquier persona. Y sinceramente no sé qué decirte. El mundo de los marginados, representa en nuestro país, aproximadamente, unos 50 millones de mexicanos en la extrema pobreza, -en la miseria-, que no sabemos cómo pudieron pasarla el día de ayer. Esta población que no podemos sentir sino como una laceración, requiere de muchas cosas. Y seguramente, lo que no puede faltar en la solución a tan enorme problema, es la educación. Educación que además ha de tener la más alta calidad. La calidad significa varias cosas. En tal educación no puede faltar el conocimiento científico-técnico y una profunda formación en los valores. El conocimiento científico-técnico ha de ser el conocimiento desde el cual se interprete toda la actividad educativa en todas sus manifestaciones y, por otra parte, ha de ser contenido central, a enseñar, si bien no el único. Desde luego que esto significa un proyecto a largo plazo y compromisos que muy pocos, fuera de grupos, organizaciones  y personas con  preparación y compromiso sagrados o, por lo menos, excepcionales. Es inmensa la tarea y no la puede hacer un grupo o una persona sola. Por eso, se necesita una participación de la sociedad. En las comunicaciones posteriores, si te parece, reflexionamos sobre este tipo de educación. Sé que tú te esfuerzas por realizar la educación que el país necesita, y por eso, con gusto, te ofreceré lo que esté a mi alcance. Espero que me comentes, acerca de las condiciones de tu comunidad escolar,  en que llevas a cabo tu tarea.

Ante la situación educativa de nuestro país, ¿puede alguien permanecer indiferente? Hoy más que nunca necesitamos mucha educación; sin embargo, quizás el mayor límite que la bloquea es la actitud de los mexicanos, la actitud que tenemos como mexicanos, en el día a día, la educación no es nuestra querencia, aunque es nuestra gran carencia. Nos regodeamos en nuestra ignorancia y en nuestro analfabetismo y eso tiene consecuencias funestas. Es la raíz de lo que nos sucede social, económica y políticamente. Esto se refleja en la preparación de los que asumen los puestos de responsabilidad educativos y también en el ambiente mediático, antieducativo, deplorable, que, en tres minutos, destruye  la acción de 30 años de los educadores. Obedecen a la consigna de que el mexicano más útil a sus intereses es el ciudadano sin brújula, desorientado y desinformado.  

Demanda una preparación permanente de los maestros y pocos, los menos, logran pagar el precio que implica dicha formación, pues trabajar y formarse permanentemente demanda equilibrios difíciles de conseguir, y no se valora. Al lado de esta situación, los programas de formación de maestros no están pensados para formar en desempeños profesionales, como prueba ampliamente Fernández en su libro La profesionalización del docente, (2003; primer capítulo). Y parece que el maestro debe formarse como pidiendo perdón. Los apoyos que se le ofrecen son insuficientes y se le regatean. No son sistemáticos y difícilmente responden a sus necesidades agobiantes. En la actualidad existen pocos programas serios que resuelvan, de raíz, dicho problema.

En la comunidad en que se desempeña cada maestro, se le demanda un trabajo en equipo y formar comunidad educativa, todo ello es difícil, porque somos muy individualistas y nos guiamos por la desconfianza y la descalificación envidiosa de los legítimos logros que cada quien logra; pero además, la desconfianza no nos permite intercambiar y explorar los problemas. En el mundo de nuestros desempeños tenemos solamente éxitos. Y esto no corresponde a nada real y en el campo educativo conduce tarde o temprano a la esterilidad. Pues la educación, además del trabajo en equipo, requiere interdisciplina práctica y no sólo teórica. En la educación concurre todo y demanda toda nuestra energía. No poner tales condiciones y una animación, es entrar en un callejón sin salida, de desgastes extremos y de resultados irrelevantes.  

Sólo un ambiente culturalmente enriquecido puede ofrecer oportunidades de aprendizaje, capaces de contrarrestar el poder de los medios y los ambientes familiares, empobrecidos, en los que la regla ha sido el abandono permanente de los educandos.

La preparación del maestro se refleja en la preparación didáctica escrupulosa de los contenidos educativos, en el día a día,  preparación concreta, para cada grupo y con cada niño y joven. Oscura tarea, no valorada, pues ni siquiera se ha hecho una sola mención durante los últimos 50 años de continuas reformas educativas. Si ésta es una causa de la educación de calidad….

Esta preparación implica el dominio de la materia enseñada, en dos dimensiones: el dominio epistemológico y el dominio didáctico. A menudo se ofrece formación didáctica a maestros, sin asegurar que dominen los contenidos teóricos, prácticos y actitudinales de la disciplina que enseñan. Es como querer construir un edificio sin los materiales necesarios; – ignorando la dinámica de suelos, la resistencia de materiales y el plan arquitectónico del edificio. La forma del edificio está condicionada por la consideración atenta y –profesional- de todos esos factores. Un ingeniero civil, un arquitecto y un médico cirujano, no son intercambiables por un albañil ni por un carnicero, ni por el improvisado Juan de las Pitas, aunque tengan notables habilidades prácticas para enfrentar cualquier situación. Ante la actividad educativa, -infinitamente más compleja que las actividades mencionadas-, tenemos una actitud de la época de las cavernas. Cuando tengamos otra actitud, habrá otro nivel de conciencia y ocurrirá una revolución educativa.  

Por otra parte, qué difícil es trasmitir actualmente los contenidos, dada la situación psicológica  de dispersión de los alumnos y su resistencia a la cultura simbólica. No hay forma de educar sino implicando a los alumnos en actividades reales y experimentales, – de ahí la actualidad y el rigor- de la propuesta actual de competencias, que no elimina el dominio teórico de la materia, sino que se afirma una paridad de valor a lo teórico y a lo práctico. Otro principio básico es la personalización de la educación, mediante el trabajo de tutoría que ha de trabajar muy sistemáticamente en la adquisición de la capacidades que son la infraestructura del pensamiento, y que son un programa a de desarrollo, abierto a sucesivas profundizaciones, durante toda la vida de la persona, como condición para  mantenerse actualizado como sujeto autónomo y ciudadano productivo, con capacidad para enriquecerse con la experiencia. Dichas capacidades son las capacidades de escuchar, hablar, leer y escribir. A menudo, los tutores no saben qué hacer, y sólo dedican el tiempo precioso de la tutoría a corrillos o simplemente omiten su trabajo, y en muchas ocasiones, en relevar a los alumnos, de hacer un trabajo de formación sostenida y sistemática.

Estimado maestro, en otra ocasión, consideraremos la situación socio afectiva e intelectual, en particular la actitud que como estudiantes desarrollan los alumnos.



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