México ante la crisis, ¿apoyar su modelo de desarrollo? - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Un indicador del grado de desarrollo político de una sociedad es la capacidad de las fuerzas políticas –dígase partidos políticos, poderes y niveles de gobierno- para dialogar, negociar y construir acuerdos; en primer término ellos, ya que son los que están en la función constitucional de gobernar la sociedad y ser su autoridad en todos los campos, y, por supuesto, en un siguiente término también la sociedad, porque para que el gobierno pueda realizar su función social de gobernar es importante que sus diferentes sectores estén en la misma sintonía de desarrollo político para facilitar los acuerdos gobierno-sociedad que den la viabilidad política y económica a la sociedad mexicana.

Uno de los temas que desgasta a la sociedad mexicana –porque la divide y frustra la necesaria unidad de fuerzas que urge para, en este momento, salir pronto de la crisis- es el viejo debate del modelo de desarrollo; la confusión observada entre algunos participantes en el debate, condimentada por determinados conductores de noticias, que frecuentemente se limitan a ser “repetidoras” guiadas por el escándalo como rating al no profundizar prudentemente en el contenido del debate, propician un clima altamente difícil para lograr ese necesario acuerdo social en el modelo de desarrollo.

Necesario acuerdo porque es la base indispensable para que trabajemos conjunta y armónicamente en el control del sistema económico, en el direccionamiento del manejo de la crisis como tal, y, finalmente, en la orientación que queramos darle a nuestra economía; parece casi imposible considerar que podamos trabajar unidos –que no uniformados o subordinados- y que podamos empujar todos juntos nuestro modelo económico, para que nos genere la calidad de vida que buscamos todos los ciudadanos.

La constante que podemos observar en la política mexicana es la división, la confrontación y el “yo soy el único bueno”. Todo ello obstruye que podamos debatir con tranquilidad y tener en claro lo que es el famoso “modelo de desarrollo”.

Ayuda al debate el conocer las muchas acepciones que damos al concepto de modelo: liberal-neoliberal, exportador, monoexportador, petrolizado, dependiente, asistencialista, subsidiario, nacionalista, populista, cerrado o abierto, de bienestar, benefactor, de mercado, empresarial, de responsabilidad social, etc. En seguida requerimos considerar la calidad que tiene el Estado como gobierno en relación al modelo de desarrollo que se haya construido y aplicado en la nación; el concepto Estado repite las mismas acepciones mencionadas para el modelo de desarrollo: Estado liberal-neoliberal, de bienestar, nacionalista, populista, social, etc.

El punto referente para resumir la diversidad de calificaciones que damos al modelo de desarrollo y al Estado que gobierna la nación, lo podemos precisar en los siguientes puntos: la intervención que el Estado como gobierno hace en la sociedad civil (fuera del ámbito que corresponde a la sociedad política y dentro de la sociedad civil); el grado y profundidad de intervención; y las áreas donde la hace. La contraparte necesaria a considerar en este esquema es el tamaño del Estado como gobierno; los recursos financieros que requiere para funcionar; y los límites de su acción.

Pareciera que en ocasiones la percepción que los ciudadanos tenemos del tamaño del estado-gobierno es que los gobernantes lo pueden manejar a discreción o voluntaristamente; es decir, depende del gobernante que quiera tener un Estado-gobierno grande y obeso (con muchas oficinas, mucho personal, muchos programas, muchas empresas públicas), o que prefiera uno pequeño y delgado (con pocas oficinas, poco personal, pocos programas, pocas empresas públicas).

En la historia de las naciones hemos apreciado Estados-gobierno grandes y Estados-gobierno chicos; ¿podemos detectar un punto que sea clave para explicar y entender que el Estado crezca o disminuya? Las respuestas pueden ser, entre varias, las que siguen: según sea la cantidad de dinero que maneje el gobierno será su tamaño; según sea la idea que tengan los gobernantes de hacer el gobierno será el tamaño que le den; según sea el proyecto de nación que tengan los gobernantes, será también el tamaño que corresponda al gobierno; según sean el tamaño de la sociedad y los servicios de gobierno que requiera, entonces será el tamaño de éste.

En la actualidad, lo que podemos observar es que, en general, el tamaño del gobierno se ha hecho depender de los recursos de que dispone el Estado: si se cuenta con dinero se abren plazas de trabajo y programas, y si se carece de dinero se despiden trabajadores y se cancelan programas. Difícilmente un gobierno, sea panista o priísta o perredista, despedirá personal y cancelará programas, porque difícilmente dejará ir los espacios y las oportunidades de uso y beneficio partidista con una sociedad que está todavía en camino de desarrollo político; lo demás –equilibrio financiero- sólo algunos gobiernos sí lo han cuidado como prioridad.


Durante muchos años México tuvo gobiernos deficitarios que recurrieron al endeudamiento para sostener el tamaño del Estado-gobierno, sin importar los efectos económicos para el país, y con los resultados ya vividos y sufridos.

Volviendo al tema presente, podemos identificar una época en el tiempo –años setentas y ochentas- en que por motivo de crisis económica global los Estados-gobierno captaron menos recursos fiscales y tuvieron graves dificultades financieras en su funcionamiento; la alternativa regular para solucionar la insuficiencia de recursos fue lo que hemos conocido abundantemente: venta de empresas públicas, recortes presupuestales, congelación de plazas, suspensión de programas de gobierno, endeudamiento, etc. Aquí es cuando se inicia en muchos países el necesario cambio de modelo de desarrollo, bautizando su resultante como “neoliberalismo”.

El fondo es muy simple y claro: se tienen o no se tienen recursos fiscales. Si buscamos un gobierno de algún país, de cualquier corriente de pensamiento político, que no quiera intervenir en la sociedad civil a través de programas y presupuestos, será muy difícil encontrarlo porque todos lo hacen; si buscamos algún partido político que no quiera intervenir en la sociedad, será muy difícil encontrarlo, porque todos lo manejan en sus plataformas electorales y lo quieren hacer cuando son gobierno.

Entonces, ¿qué pasa con el modelo de desarrollo? La respuesta puede ser tan sencilla como queramos y lo hagamos, o tan complicada como nos enredemos en ello. Después de todo, el modelo y su forma está en nuestras manos, y su construcción o remodelación o redefinición está, por supuesto, en las manos de la institución política de la sociedad que es el gobierno en sus poderes Legislativo, para su elaboración legal, y el Ejecutivo, para su aplicación y operación.

Evidentemente, el sustrato de construcción del modelo de desarrollo tiene varios elementos básicos, de entre los que señalamos: conocer cómo está siendo hoy la vida de la sociedad con sus necesidades y problemas en lo económico y en lo social, por un lado; y por el otro, las propuestas de lo posible, el diálogo, el consenso y el acuerdo político que hagan los gobernantes para determinar y afinar el modelo que la sociedad necesita.

Hoy necesitamos unir nuestras fuerzas y apoyar nuestro modelo de desarrollo bajo el marco republicano y democrático; hacerlo de manera intencional, no por azar. La vida democrática establece tiempos para todo, hasta para ponerse de acuerdo y unirse en pos de un modelo de desarrollo, como es ahora, que dará esa viabilidad necesaria a nuestra sociedad mexicana para superar los problemas de la crisis –también están los tiempos en que votaremos a las siguientes clases políticas-.

Será importante y valioso que las conclusiones del foro México ante la crisis que los legisladores realizaron atinadamente, sean llevadas a los acuerdos legislativos que conduzcan a que de manera inmediata nuestro modelo de desarrollo reciba el consenso y apoyo necesarios para que funcione mejor, para bien del país.

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