Qué otra farsa más nos espera a los mexicanos después de la escenificada entre Ernesto Zedillo y Felipe Calderón en los andes suizos, cuando presumían sin recato haber sido los artífices de uno de los mayores quebrantos que ha sufrido el patrimonio del país: el Fobaproa, cuya deuda, transferida a los contribuyentes, alcanzó los 850 mil millones de pesos o cerca de 100 mil millones de dólares al tipo de cambio de 1998. Ese “presidente del empleo” que desgobierna al México fracasado sigue perdido en los laberintos de su mitomanía y no acaba de entender que la economía nacional se hunde cada vez más y nadie duda que cualquier día de estos amanezcamos sin un sistema de pagos y créditos en el país, lo que de facto paralizaría la economía, cumpliéndose al pie de la letra el diagnóstico que el centro de pensamiento texano-israelí vinculado al Pentágono ha realizado del país y que algunos apologistas del régimen calderonista han tachado de apocalíptico. Y no es para menos, Stratfor cuestiona la banca en México, cuyo 80 por ciento es extranjera (otras fuentes aseguran que llega a 92 por ciento). Sostiene que las amenazas que penden en sus finanzas pueden llevar a la insolvencia a la banca extranjera y de manera especial desacredita al caótico Ejecutivo mexicano en “seguridad” por haber engendrado a los criminales “más ricos yor organizados del mundo”.
El rescate del “papel comercial” de varias empresas mexicanas en insolvencia (principalmente Cemex, la “favorita de favoritas” de la que es publicista Enrique Krauze Kleinbort, Arrendadora Banregio Comercial Mexicana, Coppel, Corporación Durango, Soriana, Transportación Marítima Mexicana, Vitro, Unifin entre otras), representó una bendición albiceleste que ya quisieran en estos momentos los legionarios de Cristo en medio del escándalo de su fundador. El denominador común de los problemas financieros de estas empresas fue que sus directores se pasaron todo el año especulando en mercados de riesgo asociados a contratos de instrumentos derivados. Estos son contratos por los cuales las empresas se comprometen a comprar o vender en una fecha futura un determinado activo, que pueden ser bienes básicos (petróleo, gas…) o monedas, a un valor que se fija en el momento de la negociación. Pues bien, a todos los directores financieros de las empresas mencionadas los pillaron cuando el peso se derrumbó un 20 por ciento en una semana.
Más allá de que México se encuentre altamente expuesto a la crisis financiera debido a la reducción del fondo común del crédito global, al creciente número de inversionistas nerviosos, a la huida a “mercados más seguros” que ha apuntalado la revaluación del dólar o al cese de los préstamos interbancarios que ha llevado al pánico de los inversionistas, lo que cierto es que la banca mexicana no puede esconder, a pesar de los discursos oficiales, su enorme vulnerabilidad ante el rotundo fracaso del neoliberalismo.
Mientras tanto, seguiremos escuchando las mismas patrañas que nos han venido repitiendo cada seis años, con la singularidad de que ahora México podría salvarse si viene una reforma laboral…