En 1995 Aguascalientes y su sociedad escogieron una nueva conformación política para la entidad al entregar el voto electoral de la colectividad a un partido político distinto al que durante siete décadas ostentó el poder en la localidad.
Desde Aquiles Elorduy (PAN), uno de los primeros diputados federales de mayoría allá por los cuarenta, a esa fecha (1995), no se había presentado un resultado electoral distinto al que previamente los ungidos por el priato cantaban con anticipación. De hecho, varias generaciones crecimos cercanos a la referencia popular “Gánale al PRI” cuando se hablaba de una imposibilidad.
Principalmente en los ochenta, Acción Nacional había tenido sólo aproximaciones importantes en los diferentes comicios: Rafael Medina disputó con pundonor la gubernatura a Miguel Ángel Barberena; Gastón Guzmán casi emparejó a Manuel González Díaz de León y Diego Fernández de Cevallos cercanamente estuvo del resultado obtenido por Zedillo. Los partidos de la denominada izquierda hasta ese entonces tenían una participación marginal.
En aquel entonces el PRI llevó como candidatos a lo que denominaba “sus mejores cuadros”, Miguel Romo Medina, Antonio Trinidad, Luis Fernando Muñoz, Lorena Martínez, Ismael Landín, Jorge Varona y Gonzalo García, entre otros.
La situación económica derivada del “error del 94”, el hartazgo acumulado, y la división generada por el entonces operador del PRI, Armando López Campa, generó lo que el gobernador Granados denominó “la derrota multifactorial”.
“Acepta lo que te dan, pero vota por el PAN”, ofertaban los panistas, y los priístas “democráticos” empezaron a engrosar esa lista a la que hace unos días hacía referencia Javier González, desde luego encabezados por él.
El resultado de esa elección para muchos fue una sorpresa, la sociedad entendió que su voto tenía un peso específico en la generación de una nueva cultura de participación política.
Esos tropiezos también los ha protagonizado, sin duda alguna, el PAN y desde luego el PRD en otras entidades del país.
En la actualidad, los partidos políticos deben entender que los electores observan a detalle conductas, acciones, pronunciamientos de cada uno de los actores que conforman esas instituciones.
Cualquier expresión, por insignificante que pudiera parecer, representa una referencia a considerar en el ánimo del elector que, independientemente de los candidatos, nos ha dado lecciones su búsqueda.
Un modelo para la representación popular de armonía y congruencia; al no encontrar este binomio busca indefectiblemente la propuesta que le garantice esa tranquilidad y empatía con lo que en su momento anhela.
Un partido que no puede gobernarse a sí mismo, no puede ofrecer un buen gobierno, un partido que no se respeta no puede ofrecer respeto. Los partidos políticos que gobiernan se encuentran en la tarea permanente de revisar lo que ofertaron y lo que han cumplido, lo que han dicho y lo que han hecho en su esfuerzo por ser congruentes en cada paso su ejercicio de gobierno.
El voto cuenta y pesa y en la balanza imaginaria de la reflexión ciudadana el refrendo y la alternancia tienen un peso similar. Las conductas ahora son el fiel