Catastrofistas sin fundamento….uníos - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Lo que más abajo leerán, amables lectores, no son promesas de campaña de un candidato presidencial, que al fin no se cumplirán y quedan muy campantes. No. Son algunos párrafos del primer discurso que, como presidente legal, el Sr. Calderón dirigió a la nación, el día uno de diciembre de 2006 en el auditorio nacional, después de su atropellada protesta ante el congreso de la unión:

“Así, claramente mis prioridades serán: seguridad para los mexicanos, superación de la pobreza extrema y creación de empleos en México. El reto económico para lograrlo es enorme”.

“Una condición indispensable para combatir la pobreza y la desigualdad es lograr tasas de crecimiento que nos permitan elevar el ingreso de los mexicanos y, sobre todo, crear los empleos que tanta falta nos hacen”.

“Uno de los cambios será el no depender de lo que podemos venderle a otros países. Para estimular el crecimiento y el empleo me propongo hacer que el mercado interno sea, precisamente, motor de crecimiento”.

“Un tercer cambio económico será que el gobierno se ponga en los zapatos del mecánico que tiene su taller, del ama de casa que tiene su cocina económica, del abuelo que tiene una tienda de abarrotes”.

“En pocas palabras, quiero facilitarle la vida a las micro, pequeñas y medianas empresas en México, porque son las que generan más empleo para los mexicanos”.

“Me propuse y seré el presidente del empleo en México”.

“Por eso anuncio que en la primera semana de mi gobierno emitiré un decreto de austeridad en los gastos del Poder Ejecutivo y reduciré el salario del Presidente y de los altos funcionarios de mi gobierno para no incrementarlos hasta en tanto el Congreso revise una ley de sueldos de los servidores públicos”.

Ahora recorramos juntos tiempo y espacio y nos ubicamos en el teatro de la república en la ciudad de Querétaro, Qro. El marco es la celebración del noventa y dos aniversario de la constitución política mexicana. El orador es el mismo. Estas son algunas de las frases seleccionadas de su discurso, decantadas ya en el editorial de La Jornada del seis del presente:


“el catastrofismo sin fundamento, particularmente ahora llevado a extremos absurdos, que daña sensiblemente al país, a su imagen internacional, ahuyenta inversiones y destruye los empleos”; “al alarmismo”; a “los personalismos e intereses que medran con infundadas profecías de desastre que sólo generan desaliento”; a las “actitudes protagónicas y egoístas”; “a quienes buscan laureles a partir de socavar las instituciones democráticas”; “a quienes quisieran ver debilitada a la nación y a las instituciones”; “a quienes insistentemente buscan ignorar las capacidades del Estado, quienes quieren ver su fracaso y apuestan a él” y “trabajan cotidiana e infructuosamente por lograrlo a partir de las mismas libertades” que el Estado les garantiza y “denigran sus atribuciones, su fortaleza y su viabilidad”.

Diferencias de fondo se encuentran entre uno y otro discurso en tan solo dos años y tres meses de ejercicio. Reflejan la impotencia del que siente que le quedó grande el cargo. Busca culpables de sus fracasos, sin voltear la mirada a su círculo cercano y cerrado. De súbito, abandona el estribillo de que “la crisis no se originó aquí”, como rúbrica expiatoria, y dirige sus diatribas hacia invisibles responsables de los problemas nacionales.

Sin atreverse a mencionar por su nombre a los “catastrofistas sin fundamento”, utiliza una retórica hueca plagada de adjetivos calificativos sin sentido. La única propuesta a tan antipatriótica actitud es la de un optimismo desbordado, cursi e irresponsable.

Exigir el cumplimiento, no de promesas de campaña, sino de acciones propuestas ya en ejercicio del poder, convierte al ciudadano común en un “catastrofista sin fundamento”. En cambio un funcionario de alto nivel como el acatarrado Sr. Carstens (del equipo económico de clase mundial) ¿será un catastrofista con fundamento? Es pregunta.

Aquellos apólogos irracionales, cuya única gracia es ser correligionario del Sr. Calderón, deben salir a la calle y se sorprenderán de la gran cantidad de ciudadanos que, según su personalísima clasificación, quedan tipificados como catastrofistas sin fundamento. Motivo de preocupación será cuando, justamente por esa condición, se unan.

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