Tienes el perfume de un naranjo en flor, el altivo porte de una majestad, la divina magia de un atardecer y la maravilla de la inspiración.
Fui invitado por mis amigas Margarita Soto, Elsa Landín y Lorena Martínez a una reunión de mujeres. Hecho que agradezco profundamente, ya que tuve oportunidad de hacer entre ellas –y con ellas- reflexiones tan profundas, como necesarias.
En primer lugar, escuché a Margarita hacer una breve semblanza de la participación de las mujeres mexicanas en las letras. Obviamente hubo de invocarse a la décima musa: Sor Juana Inés de la Cruz, figura fundamental del hispanismo; se habló de Rosario Castellanos, su poesía sensual, perdurable y romántica; se recordó la entrega y valentía de la heroína Doña Josefa Ortiz de Domínguez y la resistencia de Carmen Serdán.
No sólo se habló de las mujeres cuya participación ha hecho época. También se reconoció la presencia y aportación de mujeres contemporáneas como Esther Chávez Cano, Premio Nacional de Derechos Humanos; o como la distinguida científica Julieta Fierro Gossman.
Al hacer uso de la palabra Elsa, una mujer joven pero con extraordinaria sensibilidad política, reflexionó con su propia generación, acerca de las facilidades con que ahora cuentan las mujeres en la lucha política, no obstante, señaló aún falta mucho por hacer; y para lograr más y mejores espacios es fundamental que en los sitios conquistados se den muestras del talento, honestidad y perseverancia con que trabajan las mujeres.
Finalmente, Lorena abordó el tema de las acciones afirmativas a favor de la mujer. Pero antes señaló la deuda histórica que la historia tiene con Doña Amalia Caballero de Castillo Ledòn, con Hermila Galindo, Martha Andrade del Rosal, Margarita Delgado y Mercedes Fernández, ya que sin su decidido tesón no habría sido posible conquistar el voto femenil.
Al terminar dicha reunión, no pude menos que reflexionar acerca de la condición y participación de las mujeres en un mundo creado por nosotros los varones, como lo señalara Esther Vilar.
Me impactó pensar en la complejidad de las mujeres que conforman la sociedad en su conjunto. Mujeres jóvenes y maduras, amas de casa, profesionistas, trabajadoras, artistas, estudiantes y tantas otras.
Pensé en la dura vida de las mujeres obreras, campesinas, indígenas, pensé que efectivamente la pobreza tiene rostro de mujer.
Inevitablemente tomé conciencia de que vivo en un país de triste fama por los feminicidios en Ciudad Juárez y en toda la República, por la violencia intrafamiliar y la misoginia.
A pesar de todo, pude apreciar en ese grupo de mujeres ahí reunido el rostro de la esperanza. De la confianza en un mundo integrado y democrático.
Malgrè Tout como la escultura de Jesús F. Contreras, veo esfuerzos a favor del respeto a las mujeres como la actual campaña en los medios de comunicación en la que destacados líderes de opinión persuaden contra la violencia.
A pesar de todo observo día tras día el esfuerzo de Bárbara, mi esposa por ser, como muchas, madre amorosa, hija dedicada, compañera y amiga, trabajadora, cocinera, chofer y tantas otras actividades desarrolladas con excelencia y humanidad.
Por eso inicié este artículo rememorando la canción Mujer de Agustín Lara. Pocos me parecieron los conceptos y escasas las palabras y decidí retomar las de él para rendir este modesto homenaje.