Fresco aún el ramalazo del endeudamiento -ramalazo asestado igual por jóvenes y viejos diputados tricolores- cuando el Pastor del Rebaño Institucional comenzaba el año 2009 llamando la atención de propios y extraños. Su rebaño todavía no se reponía de la cruda de fin de año y del festejo de su mayoriteo legislativo de hace ocho días (ni falta que hizo la “roqueseñal”), cuando ya les caía en pleno rostro el balde de agua fría. Por cierto, un hato muy descarriado en el congreso y en el ayuntamiento, al que ya miran algunos ciudadanos como viles lobos con piel de ovejas negras.
Con las cámaras, los flashes y los micrófonos haciendo su trabajo, el guía espiritual del rebaño, en desayuno de prensa con los medios de comunicación, sentenció: “no aceptaremos ni traidores, ni infiltrados, y mucho menos mercaderes de la política”. ¡Sopas! Pero eso no era todo, pues como queriendo expulsar a los marchantes del templo, exclamó dogmático y tajante que “no habrá espacio alguno en el PRI para quienes quieran sacar prebendas de los gobiernos de oposición”. ¡Recorcholis! Para luego terminar, con un insinuado golpe de pecho, susurrando una resignada confesión, “En la mañana están con nosotros, en la noche están con el gobierno y con los panistas que son los adversarios centrales” aquí en Asunción de Tierracaliente. ¡Amén! concluyeron al unísono los incrédulos comensales.
Asombrados y luego meditabundos, dinosaurios y bebesaurios, rurales y citadinos, machos y hembras, legisladores federales y estatales, presidentes y funcionarios municipales, dirigentes y militantes de ocasión, todos en el rebaño tricolor cavilaban con las cejas fruncidas, unos pensaban una cosa y otros rumiaban otra: “Me pongo el saco o la dejo pasar”, “Ya nos cacharon”, “Ahí le hablan a mi compadre”, “¿A quiénes se referirá?”, “¿Va en serio?”, y así diciendo con rostro de preocupación. Sin embargo, las ovejas más longevas, las más colmilludas y las más sabias, las que han acompañado al arriero por muchos años en el camino, sin inmutarse, masticaban pausadamente y con deleite un viejo aforismo de la política que reza así, “no hay político que no trague tinta impresa”, o como dicen en mi aldea, “no hay borracho que trague lumbre”. O sea, piensan ellos con cinismo, no pasa nada, que no cunda el pánico entre las ovejas, pues los periodicazos sólo sirven para matar moscas, nunca lobos. Desde su perspectiva, el sermón que les prodigó su pastor, sólo sirve para espantar a las ovejas que todavía no mudan su piel y que sólo han leído (suponiendo que leen) el relato de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, pero que jamás han oído hablar de “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo.
En la película “All the king’s men”, Willie Stark, el corrupto gobernador de Luisiana (magníficamente interpretado por Sean Penn) justifica su corrupción política ante el periodista Jack Burden (Jude Law), diciéndole sin pudor alguno que, “el hombre es concebido en pecado y nace en corrupción, pasa de la peste del pañal al hedor de la mortaja”. Sin saberlo, el político Willie Stark estaba describiendo nítidamente el camino vital que deben recorrer todos los bebesaurios (los púberes militantes tricolores) hasta alcanzar la nada honrosa condición de dinosaurios (la mayoría de edad política), desde las filas juveniles hasta las estructuras sectoriales partidistas o de poder, los gobiernos y las legislaturas. Ese tiempo de mutación política en el que gracias a la corrupción y la impunidad, el rebaño de ovejas se vuelve manada de lobos. Inevitable no recordar al pensador inglés Thomas Hobbes y su sentencia, “Homo homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre.
Para las elecciones de julio de este año, olvidando los sermones de su pastor, por igual bebesaurios y dinosaurios mostraran sus fauces, se darán feroces dentelladas entre sí, tragarán su propia carne y beberán su propia sangre, y al final tres de ellos, los más aptos para sobrevivir entre la especie, los ganadores entre la manada, apelando a la desmemoria ciudadana, se lanzaran a la contienda política estrenando un atractivo lema de campaña: “Con seguridad, quebramos Asunción de Tierracaliente”.
¿Y los traidores? ¿Y los infiltrados? ¿Y los mercaderes? ¿Habrá quién cierre la puerta y apague las luces?
Pilón: “El país está destruido: / ¿fuiste de los depredadores o de los dejados? / Ya qué importa. Ya qué. / Ya sólo importa que no se chinguen / la amistad, el amor y los hijos.” Héctor Manjarez, El canto de los asesinos (poema).