No hacen falta dotes de adivino para saber que en los próximos días, cuando los medios presenten los resúmenes anuales de noticias, el tema que caracterizará el 2008 será el de la violencia: narcomantas, lucha sangrienta de clanes y tribus, familias y cárteles que arrastran inocentes, secuestros, el niño al que inyectaron ácido, el joven al que asesinaron, la joven desaparecida y seguramente muerta, ejecuciones, decapitados… El 2008 en la frase ¡Si no pueden renuncien! del empresario Alejandro Martí que derivó en el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad. El 2008 como una línea que une dos declaraciones de Nelson Vargas, la petición a los secuestradores: Devuélvanme a mi hija y Eso es no tener madre con que caracterizó la incompetencia de las autoridades.
En un futuro cercano este año funcionará a manera de respuesta cuando Zavalita, el personaje de Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa, pregunte “¿Cuándo se jodió el Perú?”; ¿cuándo Aguascalientes?, en el 2008, fecha en que los ciudadanos sufrimos las consecuencias de la venta de la plaza al narcotráfico, que es como la vox populi, vox Dei explica el fenómeno de la violencia, contrariando al gobernador, quien niega el hecho y animoso declara: ya nos flagelaron, no nos volverán a flagelar.
Sin embargo, todo es cuestión de percepción, si uno revisa los datos de la Quinta Encuesta Nacional sobre Inseguridad (ENSI), elaborada por el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, A.C. (ICESI), se nota una clara diferencia entre los hechos y cómo los percibimos.
Un ejemplo, el Índice Nacional de Inseguridad de la ENSI es un indicador que se compone de los delitos por número de habitantes, la proporción de delitos a mano armada y los homicidios dolosos, en este “termómetro del delito” Aguascalientes con 1.1 todavía ocupa un lugar entre las entidades seguras, muy por abajo del DF (con un índice de 5), también debajo del promedio nacional (que es de 2). Este es un indicador objetivo de los niveles de inseguridad que se viven en el estado. Sin embargo, no se pueden echar campanas al vuelo, aún falta conocer los resultados de la ENSI más reciente, además, otros datos duros de esta misma encuesta ayudan a explicar las razones de la percepción de inseguridad, porqué en Aguascalientes el 63% de la población se siente insegura en la entidad y 51% en el municipio.
Tenemos miedo y hacemos poco, en Aguascalientes el 82% de los delitos no se denuncian, por eso el estado ocupa el onceavo lugar en esta materia, con nuestra apatía alimentamos la impunidad. Peor todavía: los efectos de esta percepción, cómo inciden en el cambio de hábitos, la ENSI señala que el 53% de la población ya no permite que sus hijos menores de edad salgan a jugar, el 48% no usa joyas, el 42% no sale de noche, el 40% evita llevar tarjetas de crédito o débito, el 33% no carga dinero en efectivo, el 26% no sale a caminar, el 23% no toma taxi y el 22% ya no visita parientes o amigos. Ese es el retrato de un país paralizado por el miedo.
Es fácil decir que todo es cuestión de percepción, porque eso no revive muertos, ni libera secuestrados o devuelve lo perdido, sin embargo, vale la pena saberlo para pasar de la indiferencia al enojo, es nuestra obligación y derecho como ciudadanos. Un enojo constructor, propositivo, cuestionador, no ese malestar edulcorado que es la indignación.
Porque ahora resulta que todos estamos indignadísimos, ¿que allanaron la casa de junto?, ¿que lo asaltaron al regresar del trabajo?, ¿que los diputados federales reciben 101 mil pesos de aguinaldo, casi cinco mil para su canasta navideña y aparte se rembolsan 38 mil pesos para no pagar el ISR?, ¡uy!, estamos indignadísimos y espérese a saber con cuánto se van a despachar los legisladores locales. Joel Grijalva, amigo a quien esta columna debe su nombre, comentó acertadamente que en estos tiempos de corrección política ya nada enfada, molesta, disgusta o enoja, nomás indigna: un simple fruncir el ceño que no lleva a la acción.
Indignarse está de moda, porque es la respuesta cortés, la que no compromete a nada, los políticos se indignan y preparan declaraciones, las autoridades se indignan y prometen. Nosotros, ciudadanos, solemos indignarnos para no comprometernos. La indignación es el enojo de los hipocondríacos, es hora de enojarse y exigir.
De los más de 70 compromisos del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad mencionado líneas arriba, tres puntos corresponden a la sociedad civil, como el resto tienen un plazo para cumplirse:
Promover entre integrantes de las organizaciones de la sociedad civil la cultura de la legalidad, la denuncia y la participación ciudadana (en un plazo de 6 meses).
Desarrollar y apoyar programas locales que incorporen el componente social de la Estrategia de Seguridad (también en 6 meses)
Participar en la creación y fortalecimiento de mecanismos de monitoreo y evaluación de las autoridades para erradicar la corrupción y aumentar la eficiencia y el reconocimiento social (a más tardar en un año).
Estamos a tiempo de recuperar el enojo (no la rabia, ese es un impulso ciego y destructor), hay que enchilarnos con un enojo que sea razonado, exigir, denunciar, enterarse, participar en la construcción del país que merecemos, de otro modo, la percepción de la inseguridad que nos mantiene encerrados se transformará en un hecho contra el que ya nada se pueda hacer.