Salvo que ocurra un milagro que nos proteja, estamos a punto de contar con nuestro propio “error de diciembre”, pues las bancadas del PRI y el PAN levantaran la mano a favor del endeudamiento del municipio de la capital y el estado, hasta por 690 millones de pesos, hipotecando con ello nuestro futuro común, ya de por si un futuro lleno de inseguridad e incertidumbre.
Así las cosas, los legisladores tricolores y blanquiazules se constituyen en el aval “moral” de la corrupción. El concepto corrupción viene del latín “corrompere”, cuyo significado es “romper juntos”, y según el Diccionario de la Real Academia Española, significa entre otras cosas… 2. Echar a perder, depravar, dañar, podrir // 3. Sobornar a alguien con dádivas o de otra manera // 4. Pervertir o seducir a una persona // 7. Oler mal. Asimismo, la corrupción involucra complicidad, discreción y secreto.
En el tema de la aprobación de los paquetes económicos para 2009, tanto del gobierno municipal como del gobierno estatal, son varios los actores (cómplices) que discreta y secretamente están involucrados, implicados: el gobernador, el secretario de finanzas, el presidente municipal, los partidos políticos, los legisladores (“maicéalos en caliente”). Todos ellos van a “romper juntos” la esperanza de un futuro mejor. ¿Y la sociedad de Asunción de Tierracaliente? Convidada de piedra en el festín navideño.
Para el historiador y analista político Fernando Escalante, la corrupción política significa “el uso de los recursos y atribuciones de los puestos públicos para proteger o favorecer intereses particulares, mediante decisiones políticas”. Y contundente, agrega, “una convicción que está en el fondo de la noción común de corrupción: lo universal contaminado por lo particular, los ideales contaminados por las prácticas, los principios contaminados por los intereses”. Por su parte, Claudio Lomnitz afirma: “Como categoría cultural, la corrupción incluye a todas aquellas prácticas que aprovechan las contradicciones o ambigüedades del sistema normativo para el lucro personal”.
En el Congreso local, es práctica común que las bancadas blanquiazules y tricolores cocinan, pactan, acuerdan, intercambian, transan favores para sí mismos, para sus partidos y para los gobernantes de sus respectivos partidos, y luego en función de su olfato y de sus propios intereses tasan su cuota de apoyos y protección. ¿Y los ideales? ¿Y los principios? Bien, gracias, en una sociedad de libre mercado fueron subastados, en una casa de antigüedades, al mejor postor. ¿Y el partido? Esa entelequia salomónicamente se lava las manos: “los diputados, aun perteneciendo al PRI, tienen completa y total libertad, y son responsables de sus actos, así que no le toca al partido cuestionar, y menos sancionarlos en caso de que permitieran un endeudamiento. Ese juicio de valor lo harán, en su momento, los propios ciudadanos” (Isidoro dixit). ¿Y los ciudadanos? ¿A poco hay ciudadanos? Ah, sí, ya les tocará, en su momento, a toro pasado, externar su “juicio de valor”. Pero, ¿qué no son sólo votos acarreados el día de las elecciones? Para los tierracalenteños están los cristos rotos, las montañas rusas, las pistas de hielo, las megavelarias, la cultura de la onda grupera, el estadio Victoria y el infumable Necaxa. Pan y circo. ¿A poco quieren más? No tienen llenadera, ingratos.
Mientras tanto, el aire de Asunción de Tierracaliente huele mal, huele a dinero sucio.
Pilón: los diputados quisieran saber quién fue el estúpido que soltó el rumor de que legislan con honestidad.