Quiero empezar esta columna comunicando lo feliz que me hace la cacería internacional de ex gobernadores priistas. Parece un deporte que rápidamente está instituyéndose como un evento olímpico y cada día gana más adeptos. Yo, como muchos, cruzo los dedos y digo que la gran mayoría porque habrá algún otro loco que aún aspira a chuparle a esa teta tricolor y hace la chamba para buscar su lugar entre los cerditos. Miro las noticias y me como las uñas, esperando a que agarren al siguiente como si de coleccionar pikachus se tratara.
Si uno busca las fotos, o en el historial de los tuits de nuestro emperador máximo, podrá ver un listado secuencial de estos criminales, igual que nombres anotados en la libreta de un vengador, de un sicario o de una bruja gitana. Ya les cayó el chahuistle, la maldición y ni modo, los priistas más antiguos, como espíritus malignos, tendrán que bañarse con huevos crudos, la sangre de una gallina virgen y hacer sus reuniones secretas para hablar con El Antiguo si quieren evitar LA CATÁSTROFE. Ojalá.
La verdad es que todos tenemos claro el ciclo priista. O deberíamos, si ya de tanto repetirse debió instalarse en nuestro cuerpo como una memoria genética. No bromeo: son demasiadas generaciones como para que no estemos heridos por los mismos mecanismos, los cuales cada década se vuelven más sanguinarios y crueles. Algunos saben los días precisos en que cae la Semana Santa cada año, otros saben si lloverá con mirar el cielo, otros ya estamos mirando el árbol de decisiones para ver a dónde se mueven las cosas y presenciar el habitual teatrote de la justicia cuando sabemos, en realidad, que no pasará a mayores. Tanta sangre derramada, tanta hemorragia de dinero, y nosotros cada vez más abandonados. Probablemente están requisando (¿ven? La justicia me enseñó nuevos verbos) la lanota para las elecciones venideras.
Recuerdo cuando Peña Nieto puso su primer ladrillote vacío (NUEVO PRI) al refundir a Elba Esther a la cárcel para después dejarla descansar en su casita; ahora procura el regreso de sus niños, el club de Tobi, para meterlos en ese engorro jurídico que ellos mismos han procurado y trabajado durante todos estos siglos. Es un laberinto que ya conocen, por qué no, si ellos mismos lo erigieron muchos años antes, desde que matábamos gringos con carabinas (y antes, uh, mucho antes), anticipando la muerte de nuestras tierras. Una vez terminado el proceso, el cual ya no es gracioso de lo grotesco e insultante que es, estos pequeños reyes descansarán sobre el trono de sus crímenes y uno que otro agente de la Interpol, me gusta imaginar, se preguntará… ¿y si mejor le hubiera dado el tiro mientras hacía como que corría?
Si supieran todo el consuelo que brinda mirar el cadáver del villano. Pero el anhelo del cadáver no debería ser el único consuelo si la justicia fuese verdadera.
Pero todo está en mi cabeza y, me permito la licencia, también en la suya. Las cosas no van tan mal. Necesitamos un enfoque positivo. Hay belleza hacia donde uno mira y, quien sabe, quizás un soplo milagroso traiga la retórica necesaria para hacer justicia. Ni Duarte ni Yarrington saldrán de los pasillos mohosos de las leyes mexicanas y no será necesario ponerles un minotauro, nomás meterlos un ratito en la cárcel para que convivan con sus cuates hasta que finalmente se consuman por todas las amistades, los vicios y las abundancias merecidas. Y si no es el Nuevo PRI, será el NeoNuevoPRI quien los pondrá en su lugar. Un hombre de cabello engominado mira por la ventana, suspira y sonríe. Acaricia el cabello de su esposa, luego el cabello de sus hijas. Mira nomás el verde que se extiende hasta el horizonte. Esta es la nación que siempre quiso para él.