Uno no hace obras para uno.
Uno construye para la comunidad.
Giancarlo Mazzanti
Desde Medellín, Colombia. En años pasados que troté por este país me quedé con uno de mis grandes pendientes, visitar, conocer y disfrutar de esta ciudad hermosa, contradictoria, llena de algarabía, monocromática, de olores exquisitos y de paisas que lo reciben a uno con lo mejor que tienen: su cultura y su ciudad.
Medellín es una ciudad muy particular, interesante para escudriñar. Más allá del clásico turismo superficial, la ciudad ofrece una historia llena de contrastes, un pasado marcado por la violencia, el narcotráfico, la marginalidad de su población y una identidad de lucha, de esperanza y trabajo de comunidad por superar las malas décadas pasadas. Es la segunda ciudad en importancia de Colombia con alrededor de tres millones de habitantes, actualmente se destaca por ser un polo activo de inversión, de turismo y de generación de proyectos sociales de vanguardia y de innovación. Esto debido a proyectos como el de Ciudad Inteligente, el cual se enfoca en integrar tecnología de punta en áreas gubernamentales así como fomentar urbanismo sostenible basado en dos ejes: desarrollo humano e inclusión social. En 2013 la ciudad fue sede del Congreso Mundial de Ciudades Inteligentes y denominada la capital innovadora de Latinoamérica.
Sin embargo, más allá de los esfuerzos gubernamentales y sociales, Medellín carga con un fuerte lastre de desigualdad, criminalidad, pobreza, zonas de exclusión y marginalidad, así como radicales diferencias en el crecimiento económico de sus zonas. Problemas graves que se agudizan y que tratan de ser contrarrestados con proyectos de inclusión y desarrollo social, una muestra exquisita es la Biblioteca España, situada en plena montaña antioqueña.
El barrio de Santo Domingo, ubicado en la comuna uno de Medellín, era en los años setenta una zona de invasión, con un crecimiento periférico desmedido y descontrolado, en donde los habitantes con menores ingresos fincaban sus propias viviendas sin predios regularizados, la zona comenzó a crecer y para las dos décadas siguientes sería una de las comunas más afectadas por la violencia producto del narcotráfico, zona de brutal represión policiaca, punto de operación criminal y barrio estigmatizado.
En la década pasada la Alcaldía del departamento de Antioquia decide intervenir la zona, esta vez con cultura y no con policías. Como parte de diversos programas de inclusión social para brindar igualdad de oportunidades en el desarrollo social y económico de la población -al menos como punto de partida-, se lanza el proyecto para generar un espacio urbano público y que considere las anteriores acciones. Habría que dejar atrás -o al menos pretenderlo- un pasado signado por la violencia y generar un símbolo de transformación social y cultural para Medellín.
El proyecto sería el Parque Biblioteca España, diseñado por el arquitecto de barranquilla Giancarlo Mazzanti, uno de los arquitectos más talentosos de la actualidad, con una profunda visión social y humanista. La biblioteca se inauguró en 2007 por lo monarcas españoles quienes aportaron recursos económicos para su realización -de ahí el nombre-.
Subiendo por el Metrocable y observando en el ascenso pequeñas casas de ladrillo producto de la autoconstrucción entre laderas y montaña, escaleras interminables, donde no se asoma ninguna plaza o zona deportiva, todo ello por la imposibilidad de construir en la zona por las pendientes tan pronunciadas, al bajar en la Estación Santo Domingo Savio, ya desde las partes más bajas de la ciudad se aprecia aquella montaña arquitectónica sobre la montaña, tres inmensos volúmenes se posan sobre el risco, parecen rocas artificiales -habitables- que se adhieren a la geografía de Medellín, que se encuentra enclavada en uno de los lugares más quebrados topográficamente de Colombia. Esta tierra, esta geografía, es la que en gran medida define la identidad de la ciudad, es un elemento de gozo y desafío constante.
La biblioteca es una joya de arquitectura, urbanismo y diseño, ya que funciona como un gran nodo que conecta el proyecto con el Metrocable, el parque, la biblioteca, los senderos hacia el barrio, así como el gran mirador, un balcón volado sobre la ladera para desde ahí admirar Medellín en todo su esplendor -ver caer la tarde sobre el centro de la ciudad, la montaña salpicada de casitas y de apoco iluminarse la biblioteca es un espectáculo extraordinario-. La biblioteca interiormente también es sobresaliente, ya que su premisa es descontextualizar al usuario, sacarlo de su relación inmediata con su entorno, el del barrio, el de la comuna, llevarlo a otra atmósfera, a pasear por una secuencia de recorridos lineales y verticales, temáticos y cambiantes en sus salas de lectura, las ludotecas, las exposiciones de arte, las salas de concierto o los salones de clase, desde donde se puede construir otra realidad para cambiar la propia.
El proyecto se convirtió rápidamente en un símbolo de la nueva Medellín, el barrio con todo su pasado y los duros retos del presente lo han adoptado orgullosos, participando de actividades culturales y sociales, involucrándose con la comunidad y generando un sentido de pertenencia y de orgullo, la Biblioteca España contribuye a un desarrollo social basado en la cultura, aunque tal vez más allá de los premios -por esta obra el arquitecto Mazzanti fue premiado en la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, Lisboa 2008-, la demagogia política o la visita turística, lo que realmente la biblioteca implantó fue romper estruendosamente el paradigma de llevar proyectos de vanguardia estética, arquitectónica y cultural a los sectores pobres, marginados y excluidos, subir a la montaña y llevarles ahí el discurso de la igualdad social y la esperanza de oportunidades, ver desde lo bajo de la ciudad esa biblioteca fue para mí ver un espacio vivo a la esperanza, la lucha y la dignidad del hombre, sea colombiano o de cualquier parte, fue ver un símbolo para los marginados y los indignados que también saben que la violencia, la pobreza y la discriminación se combaten alegremente con cultura, educación y desarrollo social.
“El color negro surgió luego de haber ganado el concurso para el diseño. Cuando estuve en Santo Domingo vi muros con nombres de jóvenes del barrio que habían muerto. Eran muchos. Entonces entendí que el edificio debía ser negro porque en el barrio ha habido mucho dolor. Es una forma de luto, que recuerde lo que ha pasado allí, pero no es triste, porque el edificio es un goce”, mencionaría el arquitecto Mazzanti.