No me digan se mantienen con la plata de los pobres
Eso sólo sirve para mantener algunos pocos.
Transan, venden
Y es sólo una figurita el que esté de presidente
es el tipo que mantenga más tranquila a nuestra gente,
Lleva plata del lavado,
mientras no salte la bronca del norte no manda palos.
Ay ay ay, uy uy uy
Y sino el sistema qué… y sino el sistema qué… qué.
Bersuit Vergarabat (Fragmentos de “Señor Cobranza”, Libertinaje, 1998, CD)
El sistema sigue intacto, sigue de gira, el status quo reluciente, los partidos políticos pletóricos, sus dirigentes conversan amablemente en el show televisivo del grupo monopólico de multimedios, el INE exultante, los provoto desgarrándose las ropas y una inmensa sociedad civil apática, asqueada de este olor nauseabundo de corrupción, impunidad y muerte que dejó la pasada jornada electoral del 7 de junio.
Inmediatamente después de los comicios nada mejor que recorrer Europa. En Roma, Peña Nieto indicó que en el país “hemos pasado de un sistema hegemónico a una democracia plural y competitiva”. Fueron los primeros comicios realizados después de la reforma político-electoral, dijo también, y se acreditó en los mismos “una mayor equidad en las contiendas y, sobre todo, la gran vitalidad de nuestra democracia”, elecciones históricas por preferencias y resultados.
¿Vitalidad democrática y elecciones históricas? El pasado proceso electoral ha sido el más violento en la historia reciente del país, no solamente en cuestión de percepción general, basta contrastar las cifras de elecciones anteriores. En 2009 se registraron seis homicidios, en 2010 hubo tres, en 2012 cinco, en 2013 se reportaron tres muertes y en estas elecciones de 2015 veintiún muertos.
Desde octubre del año pasado en que dio inicio el proceso electoral hasta unos días antes del 7 de junio, un total de 21 personas pertenecientes a un partido político u organización relacionadas al proceso fueron asesinadas en México, incluyendo a precandidatos y candidatos a diputados locales y federales, a alcaldes y regidores así como coordinadores de campaña, funcionarios y militantes juveniles. Todos ellos de los principales partidos políticos del país -los que estuvieron en la mesa-show la misma noche de la elección y los cuales ni reparo tuvieron en mostrar indignación ante el asesinato de sus militantes, ante la muerte de sus afiliados, no fueron siquiera mencionados sus nombres o hubo un pésame a los familiares y a los pueblos, no contaron esto. Contaron puntos porcentuales, intenciones de voto y comparativos estadísticos-.
En el mensaje del INE la misma noche del 7 de junio tampoco se realizó mención alguna o se presentó dato estadístico relacionado a la violencia electoral. Pareciera que el Estado y los medios hegemónicos no se percataron de un proceso electoral atravesado por la violencia, el asesinato político y la presión del crimen organizado. Entre los 21 asesinados hubo cuerpos decapitados e incinerados, otros más con muertes de desproporcionada brutalidad. Automáticamente el partido con la “baja” en turno condenaba los hechos -generalmente por vía Twitter- y al cabo de algunas horas un “nuevo” candidato asumía seguir con la campaña, claramente con una cancha marcada. Ningún partido declinó contender en algún estado, municipio o distrito en signo de protesta, de decoro moral o ético, no hubo tiempo para duelos, habría que competir a cualquier costo.
No se tomaron en los medios dominantes ni por los partidos el asesinato de sus candidatos y militantes como asesinatos políticos -sin hablar de las decenas de denuncias por presiones, extorsiones y violencia hacia participantes en las campañas de todos los niveles y en todos los partidos-, se responsabilizó al “crimen organizado” némesis de un Estado inoperante, corrupto y demagógico. ¿Némesis artificial? Para el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Justicia Penal, el mensaje criminal es muy claro: “Llegue quien llegue tienen que cuadrarse con ellos y tienen que permitirles su operatividad”.
Casi un mes antes de la “fiesta democrática y civil” que vivió el país -fiesta completada tomándose una foto del pulgar manchado de tinta y no de sangre, condenando la abstención y repudiando la nulidad del voto-, el Cártel Jalisco Nueva Generación le mostró al Estado su desafío y su grado de operación. En los últimos meses en Jalisco el cártel asesinó al secretario de Turismo, secuestró y asesinó a un diputado federal, ejecutaron a cuatro soldados, cinco gendarmes asesinados y varios heridos, emboscó a 15 policías estatales y el operativo quirúrgico del 1 de mayo que derribó un helicóptero de la Sedena y dejó tres militares muertos, un agente de investigaciones asesinado, vehículos incendiados, carreteras bloqueadas y daños en propiedad privada. El “voto duro” del crimen organizado se adelantó unas semanas.
Para Lorenzo Córdova, titular del INE -y sus difusores locales-, el reto de las pasadas elecciones estaba en combatir el abstencionismo y la falta de confianza de los ciudadanos en la clase política. Ante este escenario apuntó: “El gran desafío es lograr convencer a los ciudadanos que las elecciones son un mecanismo, no el único, pero sí primordial para expresar la inconformidad, aprobación y rechazo para con los gobiernos”.
El optimismo del INE más un sistema viciado e inmóvil generaron una elección que sólo favoreció a los partidos y las mafias del poder, las cuales probaron y superaron el reto. En un país de 125 millones de habitantes, con 62 millones de pobres, fueron convocados a votar más de 30 millones de mexicanos en elecciones locales en catorce entidades del país, y sin embargo, menos de la mitad acudió a las urnas -a nivel Latinoamérica la participación más baja-. ¿Qué pasaría si este clima electoral hubiera sucedido en Venezuela, Cuba, Argentina o Ecuador? ¿Cómo responderían los Estados Unidos para “salvaguardar la democracia” y defender los derechos humanos de la “oposición”? ¿A qué corresponde el beneplácito gringo y europeo en el ocurrido proceso electoral y la gira inmediata de Peña Nieto?
Las pasadas elecciones dejan violencia, cinismo y demagogia, muestran un Estado de Derecho endeble y manipulable, una recién estrenada reforma electoral parchada, un Estado rebasado que “garantizó” la jornada electoral sacando el ejército a las casillas, un INE vacilador y permisivo, alianzas perversas, financiamientos poco claros y pozos de corrupción en los partidos. Mostró un proceso que data la crisis de representatividad en el sistema político de partidos en una democracia débil, raquítica, manipulada, sostenida en una construcción floja y resquebrajada. Algo puntual dejó la elección; no hay claramente una contrapostura del modelo de país que nos presentan, un país violento, endeudado, dócil, pobre, con una economía estancada, con una profunda crisis en los derechos humanos, la educación y la salud. Ganaron las estructuras corruptas en un sistema útil para los partidos, eso y la muerte fue el verdadero saldo electoral. Lo demás es parafernalia estadística.