El diseño está para evocar emociones
Donald Norman
Entrando en fechas en donde el consumo de objetos o la “compra de regalos” llega a términos casi irracionales y orientados por concepciones sociales compartidas de consumo y bienestar basado en los objetos, su función y su estética, es importante determinar qué influencia ejercen las emociones y las ideas preconcebidas para su adquisición, a quién se lo regalaré o por qué lo elijo.
¿No se ha preguntado alguna vez por qué el vino tiene mejor sabor cuando se sirve en elegantes copas de diseño? ¿O por qué el coche, una vez lavado y abrillantado, parece que se conduce con más facilidad? Son preguntas simples que se realiza Donald Norman en el libro El diseño emocional (2004), en donde configura una compleja forma de interpretar los objetos, la usabilidad, las conexiones emocionales con los productos y la relación que el usuario devenido en consumidor ejerce con los objetos que utiliza, esto forma parte de sus investigaciones que señalan como los objetos que nos resultan atractivos o que nos gustan más funcionan de mejor manera o al menos eso percibimos, lo más interesante de ello deriva también en que no sólo usamos el objeto, sino que llegamos a establecer un lazo o conexión emocional con él. Los objetos -en la mayoría de los casos- son elegidos por nuestras emociones más que por un pensamiento racional, y al igual que cualquier relación emocional el objeto atraviesa por varias etapas.
Donald Norman es uno de los principales investigadores y divulgadores del tema, es profesor emérito de ciencia cognitiva en la Universidad de California, trabaja principalmente con la ciencia cognitiva en el dominio de la ingeniería de la usabilidad, la relación de los objetos con la naturaleza del ser humano y el desarrollo de las sociedades y sus objetos -productos- la manera en que interactuamos con ellos para mejorar nuestras tareas y la relación que existe entre un objeto y nuestra cotidianidad, hasta ejercer una empatía emocional con alguno de ellos, ¿Por qué disfrutamos más un objeto que otro? ¿Mis emociones determinan mi predilección de compra? ¿Emociones y diseño son un binomio determinante para el consumo?
El diseño emocional, por medio de análisis e investigaciones trata de demostrar que cuando nos encontramos con un objeto, nuestra reacción está determinada no sólo por lo bien que pueda funcionar, sino por el aspecto que tiene, si nos parece atractivo e incluso por la nostalgia que suscita en nosotros. Cuando un producto es, en términos estéticos, agradable y además halaga las ideas y las concepciones que tenemos de nosotros mismos y la sociedad, lo que experimentamos es positivo, reafirmándolo así -no siempre realista-, al comprar un objeto valoramos su belleza, la emoción que nos suscita, la diversión y el placer que ejerce en nosotros generalmente a factores positivos asociados con etapas pasadas de bienestar o con prever que aquello nuevo que consumiremos logrará llevarnos a esas sensaciones positivas -por no llamarlas de alegría o felicidad- que buscamos y que anteriormente no han sido satisfechas.
Para Norman concurren tres aspectos que destinan las emociones y el razonamiento presentes en todo diseño, sólo que en diferentes proporciones.
El nivel visceral, antes de la razón y el pensamiento, aquí la apariencia del objeto importa y formamos impresiones rápidas de juicio y valor, es el impacto inicial en donde ejerceremos rápidamente un valor positivo o negativo por medio de nuestros sentidos: ¡Oh, está genial, es moderno, es diferente! o la barbaridad de decir; ¡es perfecto! no puede haber pensamiento más pueril e irreal que éste, desde hace un par de días decidí desterrar esta palabra de mi vocabulario.
Estará también el nivel de comportamiento, el placer y la efectividad en el uso del objeto, su manipulación y funcionabilidad nos determinaran el grado de experimentación en nuestra relación con él, su uso en sí mismo puede contener varias facetas, desempeño, facilidad de uso o entendimiento y las actividades que realiza.
Por último encontraremos el nivel reflectivo, tal vez uno de los más valorados en la publicidad y el consumo actual y en donde la mercadotecnia juega sus principales activos, el objeto nos llevará a la “satisfacción personal” de lo que buscamos, a la autoimagen, a lo pretendido ser o lo que añoramos llegar a ser o poseer, las emociones nos dirigen a expectativas determinadas por un grupo social y adquiridas empáticamente como imagen personal estableciendo así un modelo fincado en el ideal que los almacenes y las tiendas ofertan, así un objeto en este nivel conjuga el entendimiento, la interpretación y el razonamiento.
En el nivel reflectivo la temporalidad también es un factor, y el tiempo se extiende más allá del presente, ya que el objeto -producto- formará una evocación emocional del pasado o una añoranza de futuro, y la posesión de ese objeto asegura poder recurrir a esos sentimientos de manera permanente, así el individuo se siente orgulloso o no de poseer el objeto reafirmando su autoidentidad por medio de la materialidad, desarrollando una relación a largo plazo con ese objeto, una relación emocional de acuerdo a los valores y las expectativas que el usuario -consumidor- le imprime al producto, muchas de las veces las expectativas tienen que ver más con insatisfacciones del usuario que con cualidades reales del objeto, en el mejor de los casos el usuario edificará cualidades a ese objeto para su propio bienestar.
Pues en estos días tome conciencia de que esos objetos que adquiera podrán o no desarrollar una conexión emocional con usted y que su decisión de adquirirlo o no está basada más en emociones que en pensamiento racional -al menos en estas fechas-. Sin embargo, como cualquier relación emocional -en este caso con los objetos- esta pasará por varias etapas, ahí la pregunta será ¿Cuánto durará el placer de ese objeto?