El Diseño, como cualquier actividad relacionada con las industrias
culturales hunde sus raíces en un complejo entramado de estructuras
económicas, políticas y sociales -resultado de procesos históricos- que
condicionan el ejercicio de la disciplina y su enseñanza.
Gustavo Valdés de León
¿Por qué una columna de Diseño? ¿Es una columna de Diseño? ¿El Diseño merece pensarse y escribirse? Escribo por una necesidad de comunicar, de tener algo que decir y de expresar en un lenguaje articulado una idea y una concepción particular del mundo y sus realidades, comunicar tal vez es la primicia más importante de la actividad de Diseñar y del hombre, el diseño es un canal de comunicación de ideas, de contenidos, de formas, colores, materiales, sensaciones; el diseño es comunicación. El origen del diseño como actividad se da por medio del lenguaje, y por medio de un lenguaje escrito se pueden comunicar conceptos, ideas y reflexiones de diseño.
Es por ello que tal vez, y desde el egocentrismo, me parece que ser diseñador es una de las profesiones más comprometidas que se le han dado a la especie humana, creo que el diseñador es ese pararayos, ese “chamán” de la “tribu” que interpreta una idea, una emoción, un concepto y lo convierte en un objeto, una figura, un gráfico, una prenda, en alguna cosa para que la tribu lo tome, lo use, lo calce, lo vista, lo vea. Por ahí desde el punto de vista romántico para los que amamos diseñar, mucho más que una profesión, es una actitud -se equivocan aquellos que piensan que sólo creando bi o tridimensionalmente se es diseñador, escribir, pensar, reflexionar, observar e interrogarse acerca de lo que es el diseño también es diseñar-.
El diseñador encara una disciplina que proyecta a futuro como ya hemos tratado anteriormente, que tiene un deber social, económico, ecológico, productivo, y debe de ser asumido y pensado responsablemente. No solamente se trata de aventar diseños al mundo, se trata de preguntarse ¿para qué servirán esos diseños en el mundo? ¿a quién beneficiarán? ¿mejorarán su calidad de vida? ¿que impacto cultural tendrán? ¿a qué contexto histórico responden?.
La pregunta constante, la duda, hace que el diseño sea una disciplina de interrogantes, más que de respuestas, la respuesta es el resultado final a esa interrogante proyectada en un objeto. ¿Pero por qué hacemos Diseño? ¿Por qué pensamos Diseño? Hacemos y pensamos diseño porque nos asumimos como seres finitos, como seres mortales, y eso nos hace encarar la posibilidad de transformar nuestra realidad y nuestro entorno haciendo diseño o música, literatura, arquitectura o lo que se quiera que se haga. El hombre se piensa como un ser finito y lo afronta proyectando, construyendo, diseñando y ahí vale la pena escribirlo, debatirlo, reflexionarlo, para en el mejor de los casos, llevarlo a cabo.
En un mundo tan veloz en donde cualquier persona -y que bueno que así sea- puede editar una fotografía, armar su propio comedor, decorar su casa, hacer su vestimenta, crear su propia imagen de negocio, o hacer videos y blogs entre miles de cosas, el diseño se asume como una actividad inherente al ser humano y de cotidianidad irrefrenable, pero pensar diseño, ahí, permítame, es otra cosa. Las sociedades actuales podrán hacer diseño tan veloz y eficiente como se los permita su última App, pero pensar diseño es un software que no se adquiere en la tienda virtual. Y no se adquiere ahí porque necesita cuestionarse no tan sólo desde la academia, sino desde la subjetividad de la sociedades, de los comportamientos culturales, de los gustos colectivos e individuales, desde la materialidad, el color, la ingeniería, las metodologías y la innovación, entre cientos de factores más.
El pensar diseño implica tomar y asumir una conciencia crítica de lo que el hombre produce y transpola o interpreta como ese “chamán” de la tribu, interpretar qué pasa con esa sociedad para que le gusten tales o cuales objetos, o siga ciertas marcas o consuma esos productos, el teorizar diseño no es la comodidad de escribir sobre el jetset, mexican top model, el maserati, la joyería de alta gama o el toilette eléctrico, llenando páginas con imágenes y una referencia de autor, materiales, marca y precio, el teorizar diseño se aleja decididamente de la comodidad superficial de la profesión porque implica pensar, y pensar nos mete en aprietos porque hay que asumir posturas, ser crítico con los hechos, recategorizar nuestros prejuicios y confrontarnos con lo que creemos.
Ante la banalización de la profesión, de la disciplina como tal, la teoría y su pensamiento crítico no han podido ver la luz fuera de los espacios académicos en el mejor de los escenarios, y con contados casos al menos en nuestro país o con raras excepciones, es por ello que tener un espacio para hacer preguntas y pretender -torpemente- dar respuestas es un agradable privilegio para la comunicación de las ideas, no olvidemos que las ideas son la materia prima de la profesión y de nuestra especie.
Hace un año, un poeta y generoso editor -pongamos que hablo de Edilberto Aldán- se atrevió a abrir un espacio para hablar y pensar Diseño, se jugó un espacio en este diario para quien aquí escribe, la meta está lejos de cumplirse, claro está, pero este grupo editorial encabezado por Francisco Aguirre Arias creo que cree que un día de estos se tendrá algo digno que leer, y por ello el espacio para comunicar y pretender pensar espera cada viernes. Tan sólo cerraré a lo Sabina: No esperen nada de mí, porque acabaré defraudándolos siempre.