Hoy el diseño industrial ha colocado el asesinato en la base
de la producción en serie. Al crear nuevas especies de basura
permanente que abarrotan el paisaje y al elegir materiales y procesos
que contaminan el aire que respiramos,
los diseñadores se han convertido en una raza peligrosa
Victor Papanek
Si algo ha sufrido o padecido el Diseño como disciplina en las últimas épocas es la conjunción de adjetivos que le preceden para determinar alguna de sus cualidades, en este caso su responsabilidad ambiental y ecológica con los entornos y los contextos en los cuales el diseño se genera y se inserta. Adjetivos como diseño verde, diseño ecológico, diseño sustentable, diseño amigable, eco-diseño, diseño ambiental y otras tantas definiciones obedecen más a principios de márquetin que han invadido los mercados “tratando” débilmente de generar conciencia sobre temas de fondo como la responsabilidad ética de la profesión -y del ser humano como especie-, la responsabilidad ambiental de las empresas, las leyes jurídicas con respecto al ambiente, la grave crisis en los recursos naturales y su explotación desmedida, la nula acción de los gobiernos ante el deterioro ambiental generado por las empresas por medio de sus productos o bien por sus proceso de producción y el acelerado consumo de los países industrializados en detrimento de los países en vías de desarrollo.
Resulta hilarante nuestra capacidad de asociar todo aquel objeto, producto o servicio pintado de verde con una connotación ecológica, esto es de un grado de ingenuidad inconmensurable, es decir, debido a la sobre-explotación acelerada de los recursos naturales en el planeta (piedra angular del sistema capitalista), la nula acción política en relación con el medio ambiente y la protección de la ecología, la sociedad ha levantado la mano con una mayor conexión e información para discutir y discernir estas problemáticas en asociaciones civiles, organismos no gubernamentales, centros de investigación, etc., a lo cual las empresas han optado por generar una estrategia “verde” que calme y apacigüe los impulsos ambientalistas tanto legítimos de gente comprometida con estos temas como con los “groupeis” ambientalistas en turno, así su comunicación publicitaria, sus equipos de mercadotecnia y finalmente sus diseñadores ofertan un producto con características “verdes” generalmente sólo en la superficie ya que un cambio de fondo implicaría replantearse la manera en la que se explotan los recursos para hacer esos productos, las técnicas y tecnologías de transformación así como los efectos de éstos sobre el medio ambiente y el ser humano, entre tantas otras tareas que lógicamente las empresas no están realizando ya que implicaría menores ingresos o inversión en investigaciones científico-ambientales.
La inmensa mayoría de las veces estas cualidades “ecológicas” del producto son simples y burdos artificios, desde pintar una lata de color verde, hasta generar un stand hecho de madera o peor aún realizar logotipos en donde aparezca un campo lleno de trigo, un campesino feliz y un sol radiante para que el ingenuo consumidor considere y evalúe sin mucho raciocinio que ese marca ofrece un producto responsable con el ambiente o con la sustentabilidad. Y no simplemente hablamos de productos alimenticios, la “moda ecológica” -superficial- está en tal cenit que encontramos desde unos jeans hasta una cartera, una pluma o un auto con “cualidades ecológicas” o “ambientalmente amigables” como les gusta a los directores creativos de las marcas llamar a estos productos.
La realidad dista mucho de que las empresas -en general los grandes monopolios y las transnacionales- asuman un verdadero compromiso con el medio ambiente y la sustentabilidad de sus productos no tan solo bajo principios ecológicos, también económicos, técnicos y sociales. En un mercado que mide su “éxito” y crecimiento económico en relación con la movilidad del consumo de productos, los diseñadores deben cumplir con la función de proporcionar soluciones para producir más cosas. El diseño está basado en ponderar por importancia factores como la estética, la función, la tecnología, sin embargo el paradigma está cambiando en muchas academias en donde el principal eje para que un producto pueda insertarse al mercado sea la sustentabilidad ambiental de éste abarcando la mayor parte de su proceso, desde la materia prima, aprovechamiento y nulo desperdicio, su transformación, sus agentes secundarios como pinturas, acabados, detallado, hasta sus canales de distribución, su tiempo de vida útil, su reciclado o degradación ambiental, esto son factores que una nueva generación de diseñadores está tomando en cuenta basado en la bola de cristal de un futuro que necesitara reajustarse debido a las problemáticas actuales.
Aquí la investigación de materiales, de procesos, de técnicas de transformación, de aprovechamiento de los recursos, de sustitución de materiales es un caldo de cultivo para la innovación y un enfoque para el diseño de inicios de siglo, cada vez más diseñadores se revelan en una profesión que es demasiado obediente al sistema productivo, también las empresas -generalmente las pequeñas y medianas- se han dado cuenta que invertir y desarrollar productos verdaderamente verdes y sostenibles es dar un valor agregado a un usuario/cliente que busca ya otras opciones lejos de los monopolios comerciales.
No caigamos como diseñadores o usuarios en la ingenuidad, la toma de conciencia estará basada en la capacidad para informarnos acerca de lo que consumimos, de lo que compramos, de nuestra responsabilidad ambiental y de dejar de consumir lo que contamina el planeta que al final es la única herencia colectiva que dejaremos, tal vez ahí está un punto crítico, el individualismo y la colectividad, si la colectividad consume basura yo consumo basura, si la colectividad se vuelve “verde” yo me vuelvo verde, al final cada ser humano sea diseñador, mercadólogo, publicista o ama de casa deberá plantearse que consume. Entender esto llevará a cambiar el papel actual de las disciplinas del diseño, los patrones de consumo y los nada soleados días venideros en nuestros días llenos de chatarra “verde”.