Y por qué sí,
porque sobran las bolas,
de matarla con el pecho
y no tirarla afuera.
Para jugar
de local en cualquier cancha,
aunque pongo el corazón
y vo´ ponés la plancha
Bersuit Vergarabat (Fragmento de “El baile de la Gambeta”, La argentinidad al palo, 2004, CD)
Cuando era chico jugaba al futbol, empecé como todos los niños hambriento de gol, a ser un ariete, de tirar la redonda a la red después de revolcar al meta en el arco, al tiempo caí en la media no de creativo más bien de volante donde les mordía los tobillos a lo contrarios lo cual me valió un puesto fijo en la zaga donde, o pasaba la pelota o pasaba el rival.
Esta lúdica vida dedicada a chutar y gambetear llegó a su crisis cuando entré a la Universidad, al Centro de Ciencias del Diseño y de la Construcción, palabras como ciencia, diseño y construcción no se llevan bien con el lenguaje del futbol. Ahí en la carrera comencé a leer literatura, filosofía, política, sociología, diseño y empecé a intelectualizar el futbol, empecé a dejar de jugar, y de a poco pasados los años me empecé a alejar de la cancha, me empecé a alejar de los estadios, hasta que unas semanas atrás sentí que algo me estaba pasando los domingos, que algo me faltaba y me estaba empezando a poner mal y ahí me dije: ¡a la chingada la intelectualidad! ¡A la chingada el pensamiento crítico! y su hombre mediocre y manipulado, ¡Soy mediocre! ¡Soy manipulado! ¡Soy masa! y ahí me he liberado de la hoguera de los intelectuales anti futbol y pude gritar en la tribuna: me encanta el futbol, es un sentimiento.
El futbol es pasión. El futbol es pasión, quien no lo entienda a otro texto, me gusta el futbol porque me gusta todo lo que se hace con pasión. Irremediablemente he tenido que leer a sus detractores, los entiendo, los escucho, en su momento he llegado a debatir con ellos, debate que de antemano se pita en desventaja digamos un 2-0 y de local, ya que me vienen a convidar entrar a su realidad justificada y metódica, me hacen ver que soy un bárbaro, que no he evolucionado, que como no me doy cuenta de esto y de lo otro del futbol, corrupción, manipulación, excesos, control, distracción, etc. Les digo que me doy cuenta y después de tan extenuantes debates he caído rendido en el césped de la intelectualidad y he visto la pelota y siento en el fondo algo que ellos nunca sentirán: la pasión por el deporte más hermoso del mundo.
Y ahora sin achicarme en patio ajeno, trato de regatear en un terreno difícil como las letras para que a los hinchas del futbol no nos ganen por goleada y aunque no se puede jugar a dar patadas, hay patadas que no pueden dejar de darse. Estoy desgastado de que escriban que los pamboleros somos casi simios analfabetos, títeres de esto y lo otro, y que nos adormecen con el futbol, será con lo que rodea al futbol pero no con su esencia, su aroma a campo de tierra húmedo y polvoriento en donde un grupo de seres humanos experimentan lo más parecido a la libertad, a lo lírico, lo lúdico, a correr y pasar la fantasía de pie en pie, a poner en máxima práctica el verbo jugar mejor que cualquier lingüista o filósofo, aquí el verbo se hace esférico y nos lleva a la plenitud que no se encuentra en el terreno de las palabras ni del pensamiento.
Me extraña que los poetas, los literatos, los intelectuales desprecien con desdén de clase al futbol, el futbol se encuentra en un campo eminentemente emocional, y sin pasión, sin amor, ¿de qué carajos escribirían? Los que “debieran” liberar el pensamiento se vuelcan con una prejuiciosa barrida de roja a aquellos que nos gusta el futbol como ocio, como fiesta popular y sentimiento colectivo en la empatía y la ilusión torpe y absurda de meter el balón a una red ¿pero no es eso la vida, un juego absurdo? Y nos acusan de escapar de la realidad con futbol ¿Acaso vale la pena esta realidad?
¿Y cómo se explican que sea un fenómeno que mueve a millones de personas en el mundo?, merece entonces ser reflexionado, merece que bajen de la torre de marfil y vivirlo, pensarlo en profundidad, porque para ustedes es muy fácil pensar sentados, pero pensar corriendo, se los encargo -no es coser y cantar-, no bajo la cerrazón y la torpeza de hacerlo a un lado o encararlo desde el prejuicio, bajar de verdad a ver la danza del cuerpo con una esfera mientras los cantos hechos música alientan para escenificar aquella mítica jugada que será un recuerdo vivido de la felicidad hecha instante y hecha gol en el deleite de la fiesta de los ojos.
Pero he dejado de estar entre el libro y el balón, y he encontrado su unión, con libros maravillosos como ¡¡Gol!!, Somos el desmadre de Carlos Monsiváis, Cuentos de Futbol I y II o Los Cuadernos de Valdano de Jorge Valdano, maravillosos artículos de Manuel Vázquez Montalbán, textos preciosos como chilenas en el aire de Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa o Juan Sasturain y las rabonas literarias de Juan Villoro, con editoriales en España y Argentina, como Al poste, Al arco y Corner que sólo se dedican a títulos deportivos con el futbol como movilizador editorial. Ahora también programas como “La Zurda” que genera Telesur y la TV Pública Argentina con Diego Armando Maradona y uno de los mejores periodistas del continente Víctor Hugo Morales, que hoy tendrán al ex presidente de Brasil Lula da Silva como invitado en una mesa alrededor de un balón para charlar de algo más que un simple deporte: una pasión. Al final, ¿Se debe justificar la pasión?
“En este mundo, el futbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez”, Eduardo Galeano.