Somos lo que somos, porque fuimos lo que fuimos
Juan O’ Gorman
Los años cuarenta en México fueron marcados por la impronta del despegue económico y el alentador impulso de las industrias de la transformación, las organizaciones sociales y sindicales impulsadas ideológicamente por un movimiento nacionalista -entendible sólo a partir de la segunda guerra mundial- y por el inicio de la industrialización y los bienes de consumo. Esto daría origen a la diversificación de las primeras industrias de artículos y productos de consumo masivo que necesitaría de profesionales interesados en desarrollar, aplicar y promover el Diseño en México (entiéndase el diseño como generador de valor y punto de productividad para la industria).
Es en este marco histórico donde aparece Clara Porset Dumas, diseñadora de origen cubano, que llegaría al país a abrir brecha en un camino sin andar, respaldada solamente por su preparación como interiorista en Europa y Estados Unidos, y su Premio Continental del Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1941. En el país comenzará desarrollando proyectos diversos, algunos al lado de Josef Albers, ex profesor de la mitificada Bauhaus.
Clara queda impresionada por la vasta riqueza de la herencia cultural mexicana: formas, colores, texturas, materiales, sabores y la influencia formal y artística de las culturas prehispánicas, universo de imaginario mágico-popular que como diseñadora sensible y creativa amalgamará y absorberá como una esponja, dicha absorción se manifestará años después en una nueva forma de diseñar mobiliario, esto la llevaría con su mobiliario en tejidos tradicionales a obtener la medalla de plata en la Trienal de Milán en 1957.
Clara desarrollaba su actividad de diseñadora entre pintores, artistas, intelectuales como Diego Rivera, Hannes Mayer, Nicolás Guillén, Pablo Neruda y su propio marido Xavier Guerrero. Creando, proyectando y esperando pacientemente a que surgiera la primera carrera de diseño industrial en la Universidad Nacional (siempre rechazó hacerlo en una universidad privada por sus convicciones ideológicas), ya que vivió la aventura de la Cuba revolucionaría tratando de fundar un primer instituto de diseño.
Es con la exposición “El arte en la vida diaria” (presumiblemente la primera muestra de diseño industrial en Latinoamérica en 1952), donde se enfoca en conectar la excepcional tradición artesanal mexicana con los productos y procesos industriales (así nace el diseño industrial en México, dato relevante para los detractores de la artesanía como base del diseño industrial), de esta manera surgirá en la industria nacional una generación inexperta en el mejor sentido de la palabra, pionera, inquieta, experimental y empírica de diseñadores -prácticamente autodidactas- en estrecha relación con artistas y arquitectos mexicanos que en fórmula generarían en pocos años el diseño nacional, pioneros que cambiarían para siempre la cultura material de los mexicanos inventando y diseñando un México moderno a través de sus objetos.
Es ahí, en la exposición organizada por Clara, donde aparece el joven Horacio Durán, un ex estudiante insatisfecho en ingeniería agrícola, que desertaría de ella para perseguir su verdadera pasión: el Diseño. Estudiaría y practicaría la pintura, el teatro y la escenografía con Seki Sano así como el diseño de mobiliario. Es 1959 y Horacio, ya profesor de artes plásticas, es encargado de preparar los cursos de Diseño Industrial a nivel técnico en la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México. Este encargo se da en el marco de su experiencia autodidacta como diseñador de objetos diversos, y es por medio de esta inserción en el ámbito académico que se da la primera presencia formal de la disciplina en el país -a veces olvidamos lo joven de esta profesión.
El diseño se presenta en el ámbito académico y profesional de manera incipiente, sin embargo este será su momento fundacional. Años después Horacio abandonará los cursos en la UIA -por desacuerdos con el director, el padre Felipe Pardinas- y preparará en forma y contenido un Plan de Estudios para una universidad pública en 1964, a la larga esa universidad pública sería la UNAM. Es hasta 1967 que Horacio consigue una reunión con el rector Javier Barros Sierra, quien ve en la nueva propuesta académica un sentido técnico y teórico, de proyección industrial y plástica, dando luz verde al proyecto que verá esa luz en el seno de la Escuela Nacional de Arquitectura hasta 1969 (el conflicto estudiantil del 68 y el brutal genocidio del Estado Mexicano encabezado por Díaz Ordaz y Echeverría Álvarez, postergarán la gestión de la nueva carrera).
Es en 1969 cuando Horacio Durán inicia la carrera de diseño industrial, inicio que dará una ramificación al diseño gráfico y posteriormente al diseño textil de manera académica en el país. Horacio conformó un plan de estudios inspirado -como buen diseñador- en los programas de las escuelas de diseño alemanas Bauhaus y la HfG de Ulm, así como en el Instituto de Diseño de Chicago. Así, empujó -literalmente- el diseño desde un planteamiento académico para satisfacer los requerimientos técnicos y productivos de la industria, los estéticos y formales de la sociedad con todas las implicaciones anexas a éstos, desde la experimentación de procesos y materiales, el manejo de una metodología para el diseño, hasta el acercamiento de la disciplina a campos especializados y científicos. Desde aquel inicio en el sótano de la carrera de arquitectura destinado para esta aventura en la formación de los futuros diseñadores mexicanos, Horacio mencionaría que el conocer los muebles de Clara Porset lo llevó a probar fortuna por el mismo camino. Él realizaría el primer sillón fabricado con casco de plástico reforzado con fibra de vidrio, y se destacaría como un experto en las teorías del diseño.
A lo largo de los años la musa y el fundador se reunirían como profesores de diseño industrial en las aulas de la UNAM -con innumerables méritos y logros-, en la cual dictaron clases magistrales hasta sus últimos días dejando un legado invaluable que ha marcado directa e indirectamente a todos los diseñadores de este país.
Felicidades, un buen relato de esta sensacional profesión. Saludos
Excelente historia que nos habla de la raiz del nacimiento del diseño, felicidades