Por: Ricardo A. Martínez Espinosa*
El ciudadano intenta entender al gobierno a través de al menos dos fuentes: sus discursos y acciones. Normalmente la primera es muy bien cuidada por decenas de asesores en comunicación y secretarios particulares, pero la segunda tiende a ser más simple y revela con más claridad las agendas ocultas que el gobierno tiene.
El mejor ejemplo de esta semana ha sido la promulgación de la reforma financiera por el presidente Peña. Se vende como un triunfo para el sistema financiero mexicano y como la oportunidad para que finalmente la banca otorgue más créditos a los mexicanos, pero una vez que se pone atención a lo aprobado, no queda más que preguntarse quién fue el verdadero beneficiado por esta reforma.
Decían los banqueros que no prestaban porque en las leyes no había certeza para que los prestadores pudieran recuperar en caso de deudores morosos, y eso los hacía elevar las tasas de interés para poder asumir el riesgo. La realidad es que los bancos en México no prestan porque no tienen que hacerlo. Mejor ejemplo no pudimos tener en 2009, cuando los bancos estadounidenses y españoles en el mundo reportaban dramáticas pérdidas mientras que sus subsidiarias mexicanas no paraban de reportar ganancias de dos dígitos ¿Por qué? ¿Acá la crisis financiera global no afectó? ¿Tuvimos un mercado financiero lo suficientemente sólido como para que se cumpliera la profecía del catarrito que tan famoso hizo a nuestro ahora gobernador del Banco de México Agustín Carstens? No. La realidad fue mucho más simple. Los bancos en México ganan dinero por las comisiones que cobran. Basta poner atención a los estados de cuenta que nos hacen llegar cada mes para percatarnos de ello.
Desde hace cuatro sexenios los bancos en nuestro país viven en una luna de miel producto del rescate del FOBAPROA/IPAB. Sus carteras vencidas fueron absorbidas por los contribuyentes y los bancos rematados a capitales extranjeros. Desde entonces, y con la falsa justificación de la poca confianza, los bancos han mantenido una actitud rentista sin asumir riesgos reales ¿Para qué prestar si con las comisiones basta y sobra? ¿Para qué bajar las tasas si los mexicanos siguen adquiriendo tarjetas de crédito que pagan entre cuarenta y setenta por ciento de interés?
Y aquí comienza el problema entre el discurso y las acciones. Dice el presidente que su principal objetivo es promover la economía. El mismo tiempo que hace esto, presenta una reforma fiscal que sigue cobrando más a los mismos sin aumentar la base gravable, y que pone más presión precisamente sobre el sector más vulnerable a los cambios. Aunado a esto, presenta una reforma financiera cuyo principal mérito es que los bancos ahora podrán solicitar a los jueces el embargo e incluso encarcelamiento de deudores, mientras el resto de la estructura financiera sigue intacta. Traducción, más facilidades a los cobradores para seguir extorsionando al tiempo que los bancos no se ven obligados por ningún lado a prestar su verdadera función en la economía.
Ante esta discrepancia podemos asumir dos hipótesis: la falta de una estrategia coherente o la presencia de agendas que podrían estar contraviniendo la “agenda oficial” que se muestra en sus discursos. Más allá del círculo cercano al presidente no habrá quién conozca esto con certeza, pero las acciones nos pueden revelar algunos datos ¿Por qué se vería inclinado el presidente a favorecer a estos grupos de manera tan abierta y sin una clara compensación para el sector verdaderamente afectado en esta ecuación? Normalmente se puede dibujar la estrategia oculta siguiendo a los beneficiados en una política. En este caso ¿Quiénes son los verdaderos ganadores?
Al tiempo que no paramos de ver elogios en la prensa internacional para el presidente mexicano, podemos comenzar a entender hacia dónde se están dirigiendo los regalos de nuestro mandatario y su equipo de trabajo. Las próximas reformas nos seguirán dando luz sobre esto.
*Coordinador de la Licenciatura en Gobierno y Finanzas Públicas del CIDE Región Centro