La transformación y la utilización del diseño en algo banal, sobreexcedido e intrascendente es uno de los rasgos más llamativos de las sociedades actuales.
El término “Diseño” con sus más diversas disciplinas –gráfico, industrial, textil, interiores, etc.- ha venido padeciendo desde hace ya algún tiempo no muy lejano un proceso continuo y sistematizado de degradación semántica que ha terminado por vaciarlo, casi, de sentido. Inmerso en un acelerado proceso de hiperinflación, todo es diseño, en contrapunto, nada lo es. Sin embargo, si el diseño se considera seriamente sería el punto fundacional sobre el que el entorno humano con toda su expresividad se moldea, desarrolla, crea y construye para el bienestar sostenido de las sociedades.
Una de las máximas del diseño se establece en mejorar la calidad de la vida de las personas al ser una práctica social especializada en horizontes estéticos, tecnológicos e ideológicos para generar objetos y servicios en contextos sociales y económicos concretos. Pero este último factor, el económico, en los mercados actuales dominados por el Capital, el diseño deriva en simple insumo, en producto o servicio programado para su obsolescencia y anacronismo, a su manipulación más voraz o más torpe según sea el caso, apoyándose en la mayoría de las ocasiones del modelo importado de consumo y “bienestar” material excesivo sin previo razonamiento auspiciado por la posesión feroz y a toda costa, en una cultura que privilegia el tener por sobre el ser.
Se ha dejado a un lado la alternativa ética del “ser o no ser” para ser cómoda y prácticamente sustituida por la más pragmática del “tener o no tener” -y mostrar lo que se tiene, sino de nada vale, sino se exhibe no existe- dilema del ser posmoderno orillado al consumo irracional de sus recursos y el diseño con todos sus potenciales en esa encrucijada filosófica en donde la posesión del objeto deviene la condición de ser del sujeto.
El discurso incesante, imperativo, hasta vulgar difundido exitosamente por los medios de comunicación -y las empresas monopólicas que lo auspician- apuntan al darle al diseño una caracterización superficial y decorativa, de escasa trascendencia cultural, social y política, se encuentra travestido en uno de los tópicos “in” de la cultura fashion posmoderna que nos caracteriza. Divertido, retro, cool, entretenido y adormecedor en la exitosa promesa del consumo a pagar en cuotas en un sistema económico en donde las “grandes” ofertas de “progreso” del objeto devienen en el aseguramiento de un sistema que ha encontrado el punto débil del ser y su incapacidad de no analizar un comercio justo.
El diseño es demasiado importante para dejarlo en manos de diseñadores se dicta por ahí, en efecto el diseño apoya, valida, desarrolla y genera fuertes discursos comunicativos por medio de su actividad en la vida de las sociedades, ahora tan utilizado a convencer más que a persuadir, de que aquella continua insatisfacción, atraso radical e irremediable, puede ser disipado mediante la adquisición y el consumo demencial de diseño -en todas sus expresiones- más allá de las funciones verdaderamente prácticas y en las cuales ha sido diseñado el objeto, éste garantiza el acceso ilimitado a la felicidad que en la manipulación publicitaria se materializa en el producto, el sujeto -y ya no el ser- queda no cautivado sino cautivo en una repetición cíclica de moda y novedad en donde el vacío no cesa.
El diseño es una de las características fundamentales de lo humano –lo desarrollaremos en otra ocasión- y es un determinante esencial de las sociedades, que toca a todos los individuos, en todos sus detalles y expresiones diarias, por ello si se presta mayor atención a éste, encontraremos las significaciones sociales, culturales y económicas que hemos generado apoyándonos en esta disciplina y capaz de pensarlo por nosotros mismos y no ser pensados en un mundo que hasta eso en mensualidades cómodas y seguras nos oferta.
Sea bienvenido con esta molesta introducción a Hablemos + Diseño, una columna dedicada exclusivamente a pensar y reflexionar acerca de esta disciplina en todas sus vertientes, su alcance en nuestra vida cotidiana y su impacto en el mundo que hemos construido por medio de él.