- El autor tuvo que tropezar cuatro veces hasta encontrar quién publicara su libro, ya que el país no tiene un lector muy nutrido sobre ciencia
La tarde de ayer, el foro Anita Brenner de la Casa de la Cultura Víctor Sandoval fue sede de la presentación editorial La ouija del diablo. Crónica de un fraude en la guerra contra el narco y otros fragmentos de ciencia por el autor Carlos Galindo, acompañado de Joel Grijalva como moderador de la presentación así como de un público interesante, en su mayoría joven adulto.
El libro es una compilación de ensayos sobre la ciencia, los dos primeros relatan un fraude millonario en México por un aparato al cual coloquialmente le llaman la ouija del diablo, se trata de un fraude a nivel nacional basado en un tubo de plástico vacío con una antena que el ejército aseguraba en los retenes que detectaba drogas, armas, migrantes, pelotas de golf, en fin “una serie de barbaridades”, según el autor.
Este fue un fraude que ya fue expuesto en los medios de comunicación pero nadie había contado la historia completa de cómo empezó “me pareció importante contarla porque tiene que ver con la cultura científica y la evolución de la ciencia”.
Además las personas que tuvieron el valor civil de denunciar el fraude fueron personas que tienen que ver con la ciencia: un joven que escribe ciencia ficción, un divulgador de la ciencia y un investigador de la UNAM, ahora ya la periodista Carmen Aristegui mostró el caso aunque sin tanto detalle.
Es una historia interesante porque además es un tema de violación a los derechos humanos y para Galindo le dio una buena entrada al resto de los ensayos; al principio habla sobre qué pasa con un país que no hace cultura científica y después qué pasa cuando sí la hace “lo que pasa es que se vuelve divertido, entretenido y más interesante”.
El fraude que se detalla demuestra por qué muchos medios no se animaron a reportarlo: porque no entendían si funcionaba o no, “no sólo es que los jóvenes no lean, sino que en general en México se lee muy poco sobre ciencia”, es difícil escribir ciencia y tomar la atención de los jóvenes sobre todo, pero ello no significa que no pueda hacerse “hay que hacerlo, si no lo que se tiene son fraudes millonarios y violación a los derechos humanos”.
El cómo hacerlo tiene que ver con ir platicando anécdotas que gusten e interesen, en otro relato habla acerca de Einstein, donde lo corren de la universidad, no le aceptan su primera tesis doctoral, en sí el cómo su inicio en la ciencia fue problemático y dramático “es una historia para que a los jóvenes les dé curiosidad” siendo este el trabajo que debe de aplicarse, el generar en este sector curiosidad para aprender y que no se vayan a la enciclopedia a aburrirse, sino que busquen documentales, historias relatadas más fáciles de entender.
Debido al poco público que se tiene en la divulgación de la ciencia, este autor tuvo que tropezar con cuatro editoriales para llegar a ediciones B y lograra publicarse, “me dijeron, no tu libro no va porque la gente en México no lee ciencia” hasta que esta editorial le dio la oportunidad de promover esta área olvidada por muchos.
¿Qué hay que hacer según Carlos Galindo? Generar la demanda en los jóvenes, de lo contrario no saldrán a la luz más publicaciones de este tipo; existen muchas formas de hacerlo ahora que la tecnología está en el aire por medio de aplicaciones en dispositivos móviles, computadoras, documentales, textos físicos y digitales “el objetivo es lograr que poco a poco esa curiosidad en conocer más sobre ciencia se convierta en público”.
Algunos de los ensayos fueron publicados primeramente en la revista del Instituto Cultural del Estado, Parteaguas, por invitación de Joel Grijalva “me invitó porque no se tenía cultura científica y se pretendía incluirla junto a poemas y cuentos” ahora los retoma junto con otros y los presenta con un “lenguaje fácil de digerir”, como lo expresó un joven entre el público; actualmente ya se encuentra a la venta a nivel nacional y está listo para que en esta ocasión, la curiosidad no mate al gato, sino a la ignorancia.
Foto: Gerardo González