- El lenguaje, el pensamiento, no puede limitarse a describir la violencia o el mal, tiene que oponerse a ella
Lo que me interesa es que haya más maneras de leer, que se lea de una manera más incluyente
Alberto Chimal nació en 1970. Autor de más de una docena de libros de narrativa, ensayo y dramaturgia, ha sido considerado uno de los escritores más originales y enérgicos de su país y uno de los 100 mexicanos más destacados de su generación. Entre sus libros están: El último explorador (2012), Los esclavos (2009), La ciudad imaginada (2009), Grey (2006), La cámara de maravillas (2003), El país de los hablistas (2001), Gente del mundo (1998), entre muchos más. En sus obras Chimal explora temas e intereses de una variedad inusual, desde la literatura de imaginación hasta el realismo y la tradición clásica.
El trabajo de Chimal ha sido reconocido con diversos premios, entre los que destaca el Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí, el “Nezahualcóyotl” (1996), “Benemérito de América” (1998) y “Kalpa” (1999), así como el premio de narrativa “Sizigias” (2001 y 2005) y la beca para Jóvenes Creadores (1997-98) del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
En 2002, Chimal fue artista residente en el Banff Centre for the Arts en Canadá.
Alberto Chimal es maestro en Literatura Comparada por la Universidad Nacional Autónoma de México e imparte cursos en la Universidad Iberoamericana y la Universidad del Claustro de Sor Juana. Entre 2007 y 2010 fue miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, institución mexicana que patrocina el trabajo de artistas de diversas disciplinas.
La Torre y el Jardín, su segunda novela, fue finalista del Premio Rómulo Gallegos 2013, La Jornada Aguascalientes tuvo la oportunidad de conversar con Alberto Chimal sobre este texto y otras apuestas. Éste es el resultado:
Erosión de esta idea vertical de la cultura
Yo creo que hace 30 o 40 años, ya no digamos La Torre y el Jardín, una carrera como la mía habría sido impensable, porque no le debo nada a nadie, porque no he tenido que ir a pedir favores a nadie, porque no me he comprometido con ninguna autoridad, la diferencia es que la sociedad está más abierta, los medios de comunicación no están bajo el control de ningún poder fáctico único, hay varios, pero ninguno tiene la totalidad de los canales de información controlados y hay un montón de huecos por los cuales, el monolito, el carro completo, de la literatura mexicana como la conocíamos en el siglo XX pues está abierto a un montón de influencias y posibilidades a las que les había dado la espalda; mi caso no es único, gran parte de la narrativa de la violencia y el narco habría sido impensable también, habría sido vista como una especie de insulto a la labor de las autoridades policiacas, sin embargo ahí la tenemos y es sumamente popular, porque no depende de las autoridades culturales.
Hay cierta erosión de esta idea vertical de la cultura, que es a las que les molesta que exista un libro como el mío, o una obra como la de autores como José Luis Zarate o la de Rogelio Guedea, o la de Cristina Rivera Garza, o la de Carlos Velázquez.
Sobre La generación Z
Me gustaría pensar que lo que hago representa la propuesta de ciertas nuevas formas de leer, de leer la tradición por una parte y de leer lo que está ocurriendo en este momento para manifestarlo a través de la escritura, una lectura distinta. Los textos de La generación Z tienen que ver, en parte, con mi cuestionamiento de esta atmósfera actual de la literatura mercantilizada, donde lo que cuenta es lo que se puede comprar, lo que se puede promover más allá de la propia obra, y en el caso de la gente más o menos de mi edad, la apariencia de la juventud, de lo cool, de lo hispter, de lo aparentemente de moda, que es un problema serio dentro del propio gremio de la literatura, cada vez más parecemos interesados en la imagen y no en escribir, una imagen que se difunde de las redes sociales, de los medios, por medio de una serie de canales de comunicación y de estrategias que tienen muy poco que ver con la literatura
Lo que mi trabajo podría representar es un modo de allegarse lectores, por otros medios, a partir de otras propuestas, no creo ser el único, pero creo que sí, por lo menos muy significativo en los últimos años de mi carrera eso es lo que ha sucedido con mi trabajo y es un poco ir a contrapelo de los caminos tradicionales, cuando yo comencé gran cantidad de puertas estaban cerradas, puertas que ahora están abiertas para los más jóvenes. Hace 15 años, por una extraña carambola del destino, me tocó ser invitado a una de esas comidas de postín, de ésas que hacen en salones apartados de hoteles, vino un escritor canadiense, William Gibson, y me acuerdo que nadie me dirigió la palabra, había dos personas, una a mi derecha y otra a la izquierda y yo tenía que estar agachado para que pudieran hablar entre ellas, muchas personas de mi edad y mayores tuvieron que pasar por lo mismo, y es una experiencia muy desagradable porque de alguna manera, lo que a mí me sugería es que había otros lugares donde se podría establecer ese tipo de contacto pero eran inasequibles, para mí la posibilidad de utilizar otros medios, de dar a conocer mi trabajo por otros medios, fue crucial, porque las puertas institucionales estaban cerradas, ahora algunas están abiertas, pero ha sido a través de picar piedra, de buscar alternativas, yo creo que bastante de lo que he podido hacer con mi trabajo ha sido a través de buscar estas alternativas, en lugar de esperarme sentado o ponerme a ver cómo agradaba a esas autoridades
Sobre la literatura de la imaginación
El hablar de literatura de imaginación no es tratar de establecer un género distinto, sino tratar de que se lea de manera diferente lo que ya hay, el término “literatura fantástica” está secuestrado por los que venden a Harry Potter y los que venden la fantasía heroica, la épica estilo Tolkien, si todas las lecturas de lo que llaman fantástico van a implicar un prejuicio negativo a partir de que se piense de inmediato en aquellos modelos de lengua inglesa, yo no quiero eso, yo quiero utilizar lo que me plazca de la tradición literaria mexicana y de las tradiciones literarias de occidente, a las cuales tengo tanto derecho como cualquier otro escritor, y quiero utilizarlas en la proporción que a mí me plazca para contar lo que yo quiero, y quiero ser leído a partir de lo que el texto ofrece, sin necesidad de estar constantemente defendiéndome por escribir algo que no he escrito.
Durante muchísimo tiempo, al menos aquí en nuestro país, hemos leído toda nuestra tradición de una manera sesgada, estrecha, excluyente, a mí lo que me interesa es que haya más maneras de leer, que se lea de una manera más incluyente.
Sobre La Torre y el Jardín
Aventura es la actividad de internarse en un lugar que no se conoce con el propósito de lograr un objetivo y al mismo tiempo, enfrentarse con esas condiciones adversas, la aventura es adentrarse en lo desconocido, lo peligroso, lo incierto y eso es la novela, lo que a mí me interesa cuando digo que se trata de una novela de aventuras, es que eso pasa, no me estoy inventando nada, en la novela dos personajes se meten a un lugar que no conocen, se enfrentan a una serie de imprevistos que no habían imaginado siquiera y todo lo hacen para tratar de llegar a cierto lugar de ese espacio desconocido en el cual desean encontrar algo, ese es un modo muy burdo pero totalmente exacto de resumir el argumento de La Torre y el Jardín, y lo que me interesa a la hora de enfatizar el asunto de las aventuras es que yo creo que un serio problema que tenemos es que estamos demasiado obsesionados con la idea de los subgéneros, con la idea de las clasificaciones, para compartimentar y descalificar igualmente, yo no soy un escritor de fantasía, yo no soy un escritor de ciencia ficción, yo no soy un escritor de nada, porque de hecho, la idea que tenemos de los subgéneros es una idea equivocada que proviene de una cultura y un mercado literario que no son los nuestros, la idea proviene de la cultura anglosajona
Yo digo que no soy escritor de esto o de aquello, soy un narrador, porque a mí me interesa algo distinto, me interesa que leamos lo que nos rodea y en especial nuestra propia tradición más allá de esa categorización que no le sirve, que le queda chica y que además crea una gran cantidad de distorsiones en la lectura.
Martín Solares es un editor muy acucioso, pero sobre todo es un editor muy atento en el sentido de que tiene muy buen ojo y eso es algo que se agradece en un medio donde muchos editores no leen lo que publican. Martín Solares no sólo lo lee, lo desmenuza, lo vuelve a armar y tiene, digamos, como una actitud que permite muy fácilmente dejarse de esa actitud ególatra que tenemos a la hora de escribir por la cual creemos que ya nadie debe de tocar nuestro texto, con él se trata de seguir trabajando en él, y resulta que con el editor adecuado, sí se puede potencializar el texto sin traicionarlo, yo tenía esa experiencia con Los esclavos y con La Torre y el Jardín me ha sido muy útil. Martín pasó a trabajar en Océano, me propuso que la novela que él ya había empezado a ver se publicara en esa colección y me interesó mucho, tanto por trabajar con él como por el hecho de que Océano es una editorial a secas, no es exclusivamente “literaria”.
Con La Torre y el Jardín me está pasando lo mismo que con Los esclavos, está siendo mejor leída afuera del establishment, de los estamentos culturales convencionales, las mejores lecturas que me he encontrado tanto de una como de otra novela, en parte han sido hechas en el extranjero y han sido hechas por ciudadanos de a pie que están moviéndose por otros medios, por otro tipo de canales, una de las mejores reseñas de La Torre y el Jardín la hizo Edmundo Paz Soldán en el Boomerang; donde mejor se ha abierto paso el libro es afuera de estos espacios institucionalizados y eso me parece muy significativo porque si bien Los esclavos era algo totalmente distinto a lo que se suponía que yo hacía, al final terminó creando sus propios lectores.
A medida que avanzaba en La Torre y el Jardín tenía dos impresiones muy frecuentes, uno, que iba a ser una novela muy larga, muy densa, mucho más densa de lo que yo hubiese hecho nunca y que estaba internándome en esa hechura y en esa densidad totalmente a sabiendas, es decir, podría haber renunciado a contar todo lo que pretendo contar en esa novela o haber buscado una estructura más simple para contarlo, pero en algún punto del proceso decidí que quería hacer una novela literariamente muy ambiciosa, que tratara de proponer, de renovar incluso, ciertas maneras de contar o ciertas maneras de decir, más allá de los ingredientes que estuviera utilizando para crear la historia, más allá de si tal cosa proviene de lo fantástico, si proviene de la literatura de ciencia ficción o del erotismo subterráneo o lo que fuera, aunque los materiales fueran provenientes de estas regiones de la literatura que a mí me interesa leer de otra manera, vindicar de otra manera, el resultado tenía que ser leído –pensaba yo– estrictamente como una novela, como mi propia aportación lo que representa la novela y los cambios que ha tenido a lo largo del tiempo, más allá de cualquier otra categorización. Eso me hizo pensar que de lo que estamos hablando es no de sacrificarlo todo para defender ciertas historias que nos gustan, porque a mí me encanta Philip K. Dick, Ray Bradbury, Edgar Allan Poe, Borges y no voy a renunciar a ninguno de ellos, pero al mismo tiempo se trata no solamente de rendirles homenaje, se trata de llevar más adelante todo eso, utilizar los ingredientes de la tradición de una forma distinta, que pueda insertarse de otra manera en el gran cuerpo de la tradición, que quién sabe qué significará en esta época esa frase, pero ahí está, seguimos recordando cosas que se hicieron en el pasado y seguimos utilizándolas como influencias en el presente.
Yo quisiera ser mejor lector de poesía de lo que soy, los fragmentos de poesía que aparecen a lo largo de La Torre y el Jardín, son fragmentos de lecturas que he venido haciendo con los años, para orientar al lector en uno de los varios juegos que tiene el libro, los primeros versos que se mencionan son versos muy conocidos, sale por ahí Octavio Paz, luego ya se van yendo hacia otros lugares que tienen que ver más con mi propia vida de lector de poesía, sale por ahí José Carlos Becerra que es poeta que admiro muchísimo, sale por ahí David Huerta que es mi maestro y un amigo muy querido, salen poetas raros, de otras tradiciones, una parte de ese acopio es algo en lo que me ayudaron algunas personas vía mi sitio (http://www.lashistorias.com.mx/), hice una convocatoria: “mándenme versos” y de ahí tomé algunos para agregarlos. En principio agregarlos era uno de los juegos, siempre me cuesta mucho trabajo hablar de esto porque me gustaría que la gente los descubriera, y es algo también de lo que más me entristece a la hora de ver ciertos comentarios o ciertos porciones de la percepción de mi trabajo, algo que me ha interesado mucho siempre, desde hace muchísimos años, es utilizar este tipo de referencias para darle como otras capas, posibilidades de sentido al texto, y está en todos los libros que he hecho, por lo menos desde el año 2000, esta intención de jugar un poco más con referencias, con intenciones, con el entramado, la estructura, para que en eso también haya algo. Un colega, muy cínicamente, me decía: la gente no se da cuenta de esas cosas, la gente no lee bien… curiosamente me he tenido que dar cuenta con mucha gente que no lee bien, caray, que no quiere leer, eso es peor, pero es parte de lo que a mí me interesa, de lo que me alienta a la hora de trabajar y en el caso de La Torre y el Jardín fue también así, también la idea de construir como esta antología poética dentro del libro, que apunta a muchísimo lugares a la vez, una larga lista de lecturas, pero más allá de eso, algo de lo que me interesaba también era ponerle contrapeso a las partes más horribles de la trama, las partes más perversas y violentas, que tiene muchas, pero no es nada más eso, lo que yo quisiera pensar es que en el fondo hay, entre otras cosas, una idea de lenguaje de la imaginación contra la violencia, contra el abuso del poder y el lenguaje que va contra ese abuso del poder, se da de varias formas, lo menciona explícitamente uno de los personajes (Isabel), se manifiesta en varios episodios y está también en la base, lo que abre los espacios de la Torre no es la violencia es la poesía, es la belleza, y lo que está en el mero fondo de todo el edificio, de todo el libro, con todo lo extraño y lo cruel que pareciera ser, es también una forma de belleza, al menos ésa es mi intención, y en eso está también otra postura que me parece muy clara en relación con el mundo presente: el lenguaje, el pensamiento, no puede nada más limitarse a describir la violencia o el mal, tiene que oponerse a ella, si no por otra razón, porque esa oposición o esa resistencia es de las pocas formas de la cuales se puede seguir manteniendo la viabilidad de la especie, yo lo creo así, ya no digamos la viabilidad de una cultura o sociedad, la viabilidad de la especie depende de resistir a esta violencia en la que a veces parece que nos gusta revolcarnos, a esta especie de cinismo, de conformismo, La Torre y el Jardín la empiezo a escribir –y ésa es otra influencia del contexto– junto con el resto de las aventuras del personaje que aparece ahí (Horacio Kustos) en el primer momento de la gran indigestión ideológica de comienzos del siglo XXI, ese momento en el cual se cancelan todas las famosas utopías del siglo XX, se ve el resurgimiento de gran cantidad de males que se había decidido ignorar: el terrorismo, los nacionalismos, las guerras civiles… y en las sociedades más o menos acomodadas, lo cual incluye a México a pesar de todos los problemas que tenemos, nuestra inteligencia sigue estando sumamente bien acomodada, hay en lugar de un movimiento en cualquier otra dirección hay una especie de celebración del hastío y el aburrimiento, es la época en la cual en internet, en los medios, están de moda todos estos textos acerca del cinismo, del tedio, de la contemplación del desastre de las destrucción desde un cómodo sillón en la colonia Condesa, a mí eso me parecía repugnante, se sigue pareciendo repugnante, ahora estamos en otra cosa, pero Horacio Kustos y otros proyectos, entro otros impulsos tienen la intención de oponerse explícita y fervientemente a esa actitud de conformismo cínico, todos estos comentaristas de la destrucción y de la malevolencia humana, lo hacen desde una posición extremadamente cómoda, hay que revisar los archivos de la blogósfera literaria, la gente que más insistía, por ejemplo cuando la Guerra del Golfo, en repetir estos clichés de que el hombre es el lobo del hombre, no hay nada que hacer con la naturaleza humana, de que todos somos violentos por naturaleza, quienes decían esto era gente que no estaba sufriendo, era gente que no estaba sujeta ni siquiera a las versiones locales de la violencia, eso me parecía y me sigue pareciendo horrible.
El Poder y lo Perverso
Lo que más claro me queda con la escritura de novelas como Los esclavos o La Torre y el Jardín y con los otros proyectos que tengo todavía, es que la parte más política de mi trabajo tiene que ver con la crítica del autoritarismo.
Particularmente el asunto del poder, lo perverso comienza a ocupar un lugar importante a partir de que empiezo a trabajar de lleno en La Torre y el Jardín, pero de eso hace mucho tiempo, yo digo que gran parte de los proyectos que escribo durante esta primera década del siglo, si no es que todos, son extensiones o son ecos del trabajo de la novela, las sectas religiosas que aparecen en Grey o la propia novela de Los esclavos, con la perversión por delante o el libro de la Ciudad imaginada que tiene que ver con los espacios físicos pero también con el espacio de la imaginación, igual que sucede con el edificio de La Torre y el Jardín, en cualquier caso tanto el poder como la perversión se relacionan de varias formas y también ahí, en esa relación entra como cuña, la idea de la imaginación, la perversión o la parafilia, la idea del comportamiento “anormal”, pasa, para quienes la practican con el dar o recibir poder o tomarlo, o verlo arrebatado de uno mismo, con renuncias reales o fingidas y tiene que ver también con el motivo de esas renuncias, que en muchas casos es el intento de una satisfacción o el combate a una frustración que se articula por medio de una historia, las famosas fantasías, sobre todo las fantasías de tipo sexual, son en muy buena medida ese tipo de historias que se inventa casi toda persona maneras de lidiar con la frustración cotidiana construyendo, aunque sea temporalmente, una ficción donde esa frustración pueda desaparecer, donde pueda haber un pequeño espacio de consuelo, de solaz, de acción, que no obedece a las reglas impuestas desde afuera sino a las que uno mismo crea, cuando cierto tipo de esas fantasías se intentan llevar a la práctica, dado que hay siempre esta oposición entre lo que uno desea y lo que existe, hay todo un trasiego, un rejuego, el poder que tiene uno contra el poder del mundo, el poder de los que te rodean y eso me parece que se puede ver también en muchas otras esferas de la vida cotidiana, los políticos que solemos tener en este país, parecen estar viviendo constantemente una fantasía de su propia invención donde son los dueños de todo y sólo porque tienen temporalmente el poder pueden pasar por encima de mucha gente y darle vuelo a toda clase de deseos que vistos en un ciudadano de a pie nos parecerían bestiales, y lo mismo sucede no solamente en el ámbito del poder político sino en el ámbito de lo mediático, que es otra parcela muy extraña, muy terrible y muy importante de nuestra vida social y que va de los opinólogos, los comentócratas que se llaman ahora, hasta las celebridades, vicariamente quizá, utilizamos a esas celebridades que nos utilicen de muchas formas
Las sociedades que hemos construido viven en un malestar constante, han sido tales que estamos sujetos a una constante frustración que solamente aprendemos a paliar por medio de trasladarnos vicariamente a la vida de alguien más o inventarnos otra vida por medio de fantasías, y esas fantasías sólo pueden realizarse si se tiene cierto poder sobre el mundo, sobre los que nos rodean, y ese es un tema constante de nuestra vida actual, que se manifiesta de muchas formas y del cual no se habla tanto, a mí me interesaba hablar de eso, y en eso hay una postura política, porque a mí lo que me parece es que lo que está en juego, finalmente, es hasta dónde llega esa voluntad de poder, en qué momento se convierte en abuso, en qué momento se convierte en injusticia, en crimen, ¿dónde hay que trazar la raya? Las líneas divisorias que solemos trazar entre el comportamiento adecuado y el inadecuado, el moralmente aceptable y el moralmente inaceptable son líneas que se trazan de una manera muy extraña, porque en ellas tiene muy poco que ver el respeto por la persona, tiene que ver más bien la posición real o percibida de la gente en la escala social, a partir de su fama o de su dinero.
Hacia los lectores
Me siento más contento de lo que creía que iba a estar, que el libro se haya hecho de lectores es algo que no creía posible hace 15 años, yo pensaba que iba a ser siempre arar en el mar, una brega inútil, pero ahora resulta que empiezo a encontrar lectores más allá de mis propias expectativas, incluso, entre comillas, más allá del círculo que me toca, me parece maravillo, para decirlo con palabras de Charly García: ahora no estoy más tranquilo, ¿por qué tendría que estarlo? Todavía seguimos sin entender y todavía me siento un anormal, pero está bien, está bien…